Primer plato

Entre rezos y tripitas

El día de la Virgen de Guadalupe es fiesta religiosa y gastronómica. Roberto y Elvira visitan cada año el Santuario y los tacos de tripita “bien dorada”

Juan Carlos Núñez Bustillos

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“Tacos de la Virgen”. Foto: J.C. Núñez

Don Roberto y doña Elvira hicieron ayer dos filas en el barrio de El Santuario. Una muy larga para entrar al templo y visitar a la Virgen de Guadalupe y la otra más corta, pero más tardada, para disfrutar de los tacos de tripita que la familia Hernández prepara desde hace más de 80 años.

Desde que era niño Roberto Fabián Corona acude cada 12 de diciembre al Santuario de Guadalupe en Guadalajara para agradecer a la Virgen de Guadalupe “por los favores recibidos y a pedir por las necesidades que uno tiene. Somos de antaño. Venir aquí es una devoción. Así lo hacían mis padres, así lo hacemos nosotros y así también lo pasamos a los hijos”.

Esta tradición religiosa es también una tradición gastronómica para don Roberto y doña Elvira Chávez Rivas. Cada año sin falta se forman también en la fila de los fieles a las tripas, que no son pocos.

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Foto: Juan Carlos Núñez B.

Justo por la puerta lateral del Santuario, por la que salen los devotos que ya honraron a la Morenita está el pequeño puesto. En un enorme comal redondo sobre un anafre con el carbón bien encendido se fríen los pequeños aros.

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Foto: Juan Carlos Núñez B.

Junto al puesto de los taquitos están los fotógrafos. Con paisajes alpinos como fondo, entre carretas, burros y nopales de utilería retratan a los “juandieguitos” y a las niñas de vestidos típicos y trenzas con listones tricolores.

“Nos gusta venir a estos tacos porque las tripas están bien doraditas. No sancochadas. Cuando la tripa no está bien hecha se te pega en el paladar y en la garganta por la grasa. En cambio, estas son las más doraditas que conozco”, afirma Roberto Fabián mientras espera pacientemente que las tres mujeres despachen a quienes les anteceden en la fila.

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Foto: Juan Carlos Núñez B.

Él y doña Elvira llevan más de media hora esperando. Un poco más de lo que aguardaron en la fila para ingresar al Santuario. El viaje, las esperas y el fresco de la noche decembrina exaltan el apetito. Pero la recompensa está cada vez más cerca. Así lo anuncia el olor de la fritura. La zona es una ensalada de aromas. Las tripas y las fritangas, el copal humeante que llevan los danzantes, las miles de flores que rebosan el altar de la Guadalupana.

Los sonidos también se entremezclan en una contrastante algarabía. “En el cielo una hermosa mañana… Dos sin cebolla… Así mija, pon la manita así, para que salgas bien bonita en la foto… Mi hijo tiene cáncer, ayúdeme por favor…”

Suenan los tambores de los danzantes y los huesos de fraile que abrazan sus tobillos. Chilla la manteca en el comal. Inundan las alabanzas el templo, con un rumor de súplicas en murmullo.

En el puesto de las tripas las tres mujeres se afanan en despachar a sus fieles. La gente conoce el puesto como “Tacos de la Virgen de Zapopan” porque acompañan a la Generala durante su peregrinación por los distintos templos de Guadalajara por la ciudad entre los meses de mayo y octubre.

“Somos la tercera generación. Esto lo empezó mi padre, Ignacio Hernández Alejandre, hace 80 años. Nada más preparamos tacos de tripa y molleja”, comenta Esperanza Hernández Medina mientras sirve con habilidad de prestigitadora seis con todo.

En la fila Roberto y Elvira, que ya casi llegan al anafre, explican que todo significa en este caso: cebolla, cilantro y una salsa verde que es “la que mejor le combina a las tripitas”. Bien doradas, insiste el hombre.

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Elvira y Roberto. Foto: J.C. Núñez

Se les hace ya agua la boca. Pero tendrán que esperar un poco más. Un par de inspectores y otro de policías piden también sus tacos. Como están en servicio se ahorran la fila, pero sí pagan.

Elvira y Roberto son pacientes. Conocen muy bien el Santuario; el templo y el barrio. Vinieron durante 46 días seguidos a rezar el Rosario y después, en muchas ocasiones, a disfrutar de la comida de uno de los barrios más tradicionales de Guadalajara.

“Hay muchas cosas muy ricas por aquí. Taquitos dorados, pozole, tortas, tostadas. Los buñuelos son sabrosos, pero tienen mucha azúcar. De vez en cuando, saliendo del Rosario, también cenábamos por aquí.”, comenta Roberto.

Es su turno. Esperanza les sirve sus tacos, mientras otra de las mujeres vierte sobre el comal burbujeante otra dotación de los pequeños aros que alguna vez fueron de intestino. Hoy son la delicia de las decenas de fieles a la tripa dorada que desde la fila alzan el pescuezo para ver si ya mero les toca.

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