Elba Castro
Sombrero, labios gruesos y cenizos. Contaba ya una historia de tierra con el sol de antes… de ese campo que siempre es el de antes. Al verlo se desgranaban las historias. Hombre de ojos aclarados por el tiempo… guardaba aún su porte, su estatura, su recia complexión. Se detuvo en el café a deleitarse con el piano. Echó la cabeza para atrás y la mirada a los recuerdos, esos que siempre salen del sombrero. Se pulió con esfuerzo en el campo y en la ciudad sólo vino a comprobar que las letras emergían de igual profundidad de la tierra que del hollín. El piano le ayudaba a trenzar esas historias. Un sorbo de café era cómplice de sus nostalgias. Se fue en una nota… en el aire. Llevaba los ojos cerrados y de la mano a su mujer. En medio de las siluetas, se ocultaba el sol. La estampa testificaba la historia tan suya que en medio de esa montaña urbana olía a fogón y a café de olla.
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