Negocios de comida exitosos achican las porciones que ofrecen a los comensales. Los precios suben y el tamaño se reduce.
Sergio René de Dios Corona
En un plato alargado de barro, la carne en su jugo era un imán al paladar. La cocinera y dueña de la fonda le ponía su toque especial: el jugo era de médula con un ligero sabor a limón. Diario había comensales nocturnos del barrio Lomas de Polanco. Años después al relevo entró su hija, que heredó la sazón. La tercera generación fue una nieta. En el trayecto el sabor perdió su originalidad. Pero también el tamaño de los platos se redujo. Las porciones disminuyeron. La clientela aminoró.