Compatriotas que viven en EU participan en la celebración del Día de Acción de Gracias y mexicanizan la fiesta a la que algunos llaman el “San Giving”
Victoria Infante / Los Ángeles
Cuenta la leyenda que los primeros en festejar el Día de Acción de Gracias en Estados Unidos fueron peregrinos que llegaron de Europa y que, gustosamente, compartieron los alimentos con los indios nativos de Massachusetts. Los recién llegados celebraban que habían sobrevivido un frío invierno y que tenían una abundante cosecha para enfrentar la siguiente temporada.
Lo que no está claro es en qué momento el pavo se metió en esta historia y se convirtió en el plato imprescindible del festejo.
Lo que les puedo decir es que, te guste o no, el cócono en esta cena, que se efectúa el cuarto jueves de noviembre, es inamovible, intocable.
Mis hermanos y yo no comenzamos a celebrar el Día de Acción de Gracias sino hasta pocos años después de haber llegado a este país, y fue principalmente debido a la influencia de uno de mis cuñados, quien es de padres mexicanos pero nacido y criado en Estados Unidos.
A él también le debemos que el pavo siempre esté presente en cada una de estas cenas; muy a nuestro pesar, porque en México no es un plato muy popular –hasta donde yo me acuerdo–, y porque en mi familia nunca lo acostumbramos.
Por años tratamos de convencer a Héctor, el cuñado en cuestión, de cambiar el menú. Pero ni una pierna de puerco al horno, un jamón enmielado o unas enchiladas de mole lo pudieron seducir. Algo menos aburrido, decíamos.
“Hagan lo que quieran, yo voy a comer pavo”, nos contestaba.
El acabose fue una ocasión en la que, luego de haber estado en el horno por varias horas, el pavo no se coció bien. La parte interna estaba cruda, así que, felizmente, solo tuvimos que comernos las guarniciones.
Desde entonces no cesa la broma de que el pavo todavía estaba vivo y que trató de huir cuando vio a mi cuñado empuñando el cuchillo.
A partir de ese día, unilateralmente tomamos una decisión: si los puristas quieren pavo que lo tengan, pero en ninguna parte está escrito que no puedes incluir otros platillos en la cena de “San Giving”, como mucha gente le llama a esta fiesta.
Así fue como el lomo relleno, el mole, el jamón de puerco, los chiles en nogada y otros platos lograron colarse en el menú de la cena de Acción de Gracias.
Pero por si hace falta mexicanizar más la fiesta, ahí van estas recomendaciones.
- Si usted es recién llegado y lo invitan a una cena de Acción de Gracias, lleve su latita de chile chipotle o una botellita de Tapatío. Así por lo menos, si le toca la parte más seca del pavo, tendrá un poquito con que remojarla.
- Si le piden que lleve un platillo, no se la piense dos veces. Unos frijolitos charros o un arroz azteca le garantizan invitación para el año siguiente.
- Si es un poco más aventado, lleve unas Coronitas. La sidra de manzana caliente es rica, pero luego de dos vasos aburre.
- Para los niños, lleve unos Jarritos; a los gringos les encanta conocer nuevos sabores. Los de tamarindo suelen ser los favoritos.
- Si los que lo invitan son de mucha confianza, pues llegue con un tequila, pero del bueno. Asegúrese de que lo tomen derecho, a sorbos pequeños, y no más de dos vasitos por noche.
- Para amenizar, lleve sus discos de Lola Beltrán, Cuco Sánchez, Lila Downs y José Alfredo Jiménez. Con esta música y el tequila júrelo que hasta el pavo le va a saber a gloria.
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