Primer plato

Agüita de arrayán, bálsamo para los peregrinos de Talpa

Es la bebida infaltable que cura el esfuerzo, el agotamiento; que limpia el polvo y llena los ecos de los silencios nocturnos

Beatriz Rosette Ramírez

Agüita de arrayán de Talpa. Foto: Pau de Dios.

La Ruta del Peregrino es un camino con más de 200 años de tradición que recorre algunos municipios del estado de Jalisco. Inicia en la ciudad de Ameca, atraviesa montañas de la Sierra Madre Occidental y termina en el pueblo Talpa de Allende, específicamente en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario.

Su longitud es de 117 kilómetros y es recorrido por alrededor de seis millones de personas al año, en su mayoría durante marzo y particularmente en Semana Santa, señalan los historiadores. No obstante, los registros del 2024 y 2025 indican que el arribo de caminantes bien puede iniciar desde el mes de enero.

Peregrinación a Talpa. Foto: Pablo Serratos

Para algunos expertos el significado espiritual de las peregrinaciones es conectar con lo divino, renovar el espíritu o buscarse a uno mismo en los caminos agrestes que va delineando la sierra en la atmósfera terrenal. Desde otro ángulo, el interior, significa adentrarse en las sinuosas veredas de los miedos, máscaras y heridas no resueltas, para enfrentarlas e irlas limpiando, perdonar y aceptarse.

Aunado a ello, el rostro de los caminantes expresa catarsis y redención ante uno mismo, si bien por el esfuerzo físico o por la descarga emocional. Cada caminante lleva una consigna, una “manda”, y va inmerso en su oración o charla con Dios o, como lo define la gran mayoría de peregrinos, con “la chaparrita, la Virgen de Talpa”.

La agotadora travesía también implica tocar o conocer fenómenos de diferentes índoles, como el contacto con otras personas de este y otros planos. Las leyendas abundan, gente que camina charlando con el amigo de otro amigo o familiar de alguien, y con el tiempo descubren que ese acompañante falleció tiempo atrás.

Solidaridad

El largo camino a Talpa. Foto: Pablo Serratos

En estas aventuras se comparten experiencia de solidaridad y afecto de personas dadivosas que ofrecen alimento o agua a los agitados caminantes, que llevan días transitando por puntos como Ameca, Lagunillas, el cerro del Obispo, las Cruces, las Ánimas, las Cuerdas, el Espinazo del Diablo, el Valle de las Ánimas, Malpaso, Jacales, Gallineros, San Rafael y el cerro de la Cruz, por citar algunos, para entroncar con el último tramo llamado la Cruz de Romero.

Al llegar a este punto van quedando atrás el esfuerzo, el agotamiento, el polvo, los silencios nocturnos y diurnos en ese examen de conciencia y de fe; se ha ido aligerando la carga emocional y, por ende, se acerca el encuentro con lo divino desde un ángulo metafórico. Caminar se convierte en una herramienta de introspección y renovación espiritual.

El lugar conocido como La Cruz de Romero está ubicado en uno de los cerros, al norte de Talpa de Allende. Desde el mirador se puede observar la cabecera municipal al sureste y en el horizonte, la Sierra de Cacoma. Se trata del ultimo tirón para llegar al destino.

Para quienes transitan de día, los rayos del sol se tornan inclementes. Aparece entonces la interminable bajada de tierra suelta piedras y curvas, y para este momento urge una hidratación.

La bendición de “La Chaparrita”

En la sinuosa pendiente se observa un paraje de enramadas para sentarse y descansar. Ahí se puede echar mano de la anhelada hidratación tradicional, la agüita de arrayán.  Se trata de un poderoso bálsamo para el cuerpo y el alma, que consta de agua fresca sacada de una noria y arrayanes.

Bálsamo para los peregrinos. Foto: Pau de Dios.

Las norias en el vocablo de nuestros ancestros nos dan el agua que abraza la tierra; representa, dicen, “al espíritu santo”. Ese espíritu es el río de agua de vida que fluye constantemente de Dios a través de la madre tierra”.

Alguna magia debe de incidir en la elaboración de este mágico lenitivo, que consta de arrayanes martajados con la piedra mano de molcajete o metate (en alguna enramada prefieren un utensilio de madera). A la deliciosa agua no se le añade azúcar, ni ningún endulzante. Los frutos los “bajan”, como dicen los vecinos, de los árboles que circulan estas informales y rústicas refresquerías.

Entre los miles y miles de caminantes que transitan esté cierre de peregrinación se escucha decir, “el que no llegue a la agüita de arrayán no cura sus pecados” o “el que no toma agüita de arrayán no logra curar el cuerpo”, porque “la agüita de arrayán es la bendición de la Chaparrita”.

Es claro que este poderoso bálsamo es la bebida infaltable que cura el esfuerzo, el agotamiento; que limpia el polvo y llena los ecos de los silencios nocturnos y diurnos para descargar el alma, donde caminar se convierte en una herramienta de introspección y renovación espiritual para los peregrinos de la ruta de Ameca hasta Talpa de Allende.

Vendrá después el siguiente año, para participar en otra peregrinación, curarse entre oraciones con los pies y saciar la sed con la infaltable agüita de arrayán.

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