La familia Rivera, originaria de Zapopan, prepara en California esta bebida prehispánica elaborada con maíz fermentado
Victoria Infante / Los Ángeles
El papá de Juan Rivera, Cornelio Rivera, vendió tejuino por todos lados en Guadalajara. Sus improvisados puestos de madera con lámina estuvieron instalados en la colonia Seattle, en la entrada de la Basílica de Zapopan, en la glorieta Minerva, en Atemajac, en el barrio de las Nueve Esquinas. Ahora están en Los Ángeles.
Don Cornelio preparaba esta bebida de todo a todo, cuenta su hijo. Desde sembrar el maíz hasta desgranar el elote para luego hacer la masa y fermentarla al punto exacto.
Porque que preparar el tejuino tiene su chiste, dice Juan, quien se dedica a vender esta pócima, a la que le atribuyen poderes curativos, en dos puestos en el Este de Los Ángeles; uno está en el que se conoce como el Mercadito de la Lorena y otro en el bulevar Whittier.
[su_gmap address=”Tejuinos Rivera, Whittier Boulevard, Este de Los Ángeles, California, Estados Unidos”]Tejuinos Rivera, 4727 Whittier Boulevard, Este de Los Ángeles, California, Estados Unidos[/su_gmap]
“El secreto es que se tiene que dejar fermentar; si hace mucho calor, 15 días, si hace mucho frío hasta un mes”, reveló el empresario originario de Zapopan, municipio que colinda con la ciudad de Guadalajara.
Juan Rivera Jr., quien atiende el puesto de su papá del Mercadito, dice que en tres días se vende una olla de cinco galones de tejuino. Pero que en los sábados y domingos, cuando este centro comercial recibe muchos más clientes que entre semana, se les acaba casi una olla en un día.
Juan padre aclara que el tejuino que él vende es estilo Guadalajara, que se diferencia del de Nayarit y Colima en que lleva sal de grano, limón y, si el cliente quiere, nieve de garrafa también de limón.
“En Nayarit lo toman sin nieve y le ponen carbonato”, explica el tejuinero, quien, no oculta su afición por el equipo de futbol Guadalajara, a juzgar por la chiva que orgullosamente luce el logotipo de Tejuinos Rivera.
Una de las empleadas del puesto dice que a pesar de que el tejuino es muy popular, no le gusta a quienes lo prueban por primera vez. Y es que para muchos esta bebida, que data de tiempos prehispánicos, no tiene un sabor definido. Es una mezcla de salado, dulce y de fermento.
“Cuando les digo, ‘¿nunca lo has probado?’, y me dicen que no, les digo, ‘entonces no te lo tomes, no te va a gustar’”, contó.
Sin embargo, hay clientes como Amílcar Terríquez, quien se considera con paladar aventurero, que dice que aprendió a saborear el tejuino gracias a su esposa, quien es de Guadalajara y que le insistió en probarlo.
“Al principio me pareció que sabía a tortilla remojada”, confesó este joven originario del Distrito Federal, donde dice que no se conoce este brebaje. “Pero luego le agarré el saborcito y ahora me compro uno cada vez que vengo al Mercadito”.
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