En Buenos Aires se multiplican los restaurantes de comida mexicana, pero algunos de los platillos que se ofrecen nada tienen que ver con lo nuestro. Los paisanos que viven allá suspiran por unos nopales
Lluvia Medina / Buenos Aires
“Ensalada rellena de taco” anunciaba la pizarra de un restaurante mexicano muy bien ubicado en uno de los polos gastronómicos de Buenos Aires, Argentina. Gente pasaba, leía y entraba, yo también me acerqué movida por la curiosidad de entender tan enigmático plato; como tantas otras veces, una mirada rápida al menú me hizo volver sobre mis pasos, al comprobar que la carta y los precios nada tenían que ver con nuestra comida.
Ejemplos como éste se multiplican en la ciudad: quesadillas de chedar con salmón, tacos veggies de berenjena con untable de zanahoria, huevos poché con chili y carne, burritos de arroz con mix de verdes, ensalada fría de porotos negros, cebolla de verdeo y maíz amarillo, etcétera. Si bien la oferta de comida mexicana en Buenos Aires ha crecido en los últimos años, todavía está muy marcada por el “exotismo” del picante y el tequila. El cine y la televisión han contribuido en gran medida a ello, así como los relatos de aquellos que alguna vez visitaron nuestro país y que no olvidan el día en que cansados del picante, pidieron un inocente sanguchito de jamón y queso, para encontrarse en la primera mordida con unas terroríficas rajas de chile jalapeño.
La carcajada estalla al escuchar estas historias que se repiten entre amigos extranjeros, a los mexicanos nos gusta hablar de nuestra cocina y corregir a quienes dicen tener “la posta” o la verdad sobre ésta. Las versiones del “auténtico guacamole” son un ejemplo de ello: con mayonesa, con perejil, con aceite de oliva, con salsa tabasco, sólo aguacate pisado… son recetas desmentidas inmediatamente. Como la idea de que en México siempre comemos acompañados de un tequila, todo lleva chile y pica o todos los días desayunamos huevos con chorizo.
Los nachos con untable de porotos, cebolla y finas hierbas, las bebidas con “sabor a tequila” o los tacos congelados en cajitas estilo Taco bell, nos horrorizan, y son destrozados en las pláticas cotidianas entre mexicanos en el extranjero, pues la nostalgia por la comida suele ser uno de los temas centrales en las conversaciones cuando se vive en otro país.
La añoranza nos lleva a olores, sabores, recetas y recomendaciones que van y vienen, sobre todo cuando encontramos a alguien que viajará a nuestros pagos. Un amigo uruguayo dice que los mexicanos somos los únicos que al hablar de nuestra comida, entrecerramos los ojos, bajamos la voz, suspiramos y comenzamos por un ¡huy…! Por eso uno intenta, como puede, traer a la mesa los sabores que extraña y que más se acercan a lo probado en casa; así, preparamos quesadillas con queso mozzarella, tacos con tapas de empanada, rellenos de nalga partida a cuchillo (!), pozole con mote boliviano, salsas con ajíes peruanos, sopes de ricota y agua de limón amarillo.
México es un lugar lejano y misterioso visto desde Argentina, y su gastronomía también; tanto como esa indescifrable “ensalada rellena de taco” que me hizo alejarme pensando en aquella de nopalitos, jitomate, cebolla, cilantro y queso Cotija servida con totopos, que se ofrece en algunas cenadurías de Jalisco mientras se espera devorar el antojito.
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