¡Llegaron las pitaaaayaaaaas!

Luego de descargar camiones en el mercado de Abastos, este joven recorre las calles para ofrecer pitayas con un inconfundible grito

Juan Carlos Núñez Bustillos

Javier Cabrera se levanta a las tres y media de la madrugada. Su trabajo es descargar la fruta de los camiones que llegan muy temprano al mercado de Abastos de Guadalajara. En temporada de pitayas, luego de terminar su labor en las bodegas, recorre calles y avenidas de la ciudad para ofrecer a los tapatíos esta deliciosa fruta traída del sur de Jalisco. “Así se ayuda uno”, dice mientras deja en la banqueta la caja de madera en la que carga entre 200 y 230 pitayas.

Recuerda que comenzó su oficio de “pitayero” a los ocho años, cuando acompañaba a su padre que también recorría las calles de Guadalajara. “Un día me encontré un balde que estaba muy bueno, lo lavé y puse ahí algunas de las pitayas que traía mi papá. Ese día llegué feliz a la casa porque vendí todo. Pensaba: Vendí más que mi papá. En lo que no me fijé es que todos los que me compraron eran los clientes de él”.

Ahora tiene 30 años. En cada temporada su pregón inconfundible resuena en varias calles de la ciudad.

“Con las pitayas se ayuda uno un poquito más porque con el puro trabajo en Abastos está difícil”. Explica que su trabajo en el mercado requiere fuerza y habilidad para descargar toneladas de frutas sin que ésta se maltrate. “Con las papas quedas todo lleno de tierra, nomás se te ven los ojitos blancos. Con las toronjas y las naranjas quedas todo pegosteoso, pero lo peor son las jícamas. Como que tienen azufre o algo y te quedan los ojos rojos”.

Javier acomoda la alfalfa que sirve para mantener las pitayas frescas y sin que se aplasten unas con otras. Se echa acuestas su cajón con diez frutos menos y se aleja gritando de nuevo su pregón: “Llegaron las pitaaayaaas… Dulce y fresca la pitaya… Quiere pitaaayaaas…”.