Para la “Llevada de la Virgen de Zapopan”, Manuel preparó seis cubetas de esta fruta que ya casi no se consume en Guadalajara
Juan Carlos Núñez Bustillos
Manuel es uno de los pocos coyuleros que quedan en Guadalajara. Preparó seis cubetas enormes de esta fruta tropical para vender durante la romería de la Virgen de Zapopan el jueves pasado. Con la ayuda de dos colegas vendió todo. “A la gente les gusta comerlos, pero no prepararlos”, dijo sonriente mientras entregaba a sus clientes las últimas bolsitas “de a cinco y de a diez”.
El coyul, “también conocido como coyol, es la fruta de una palmera del mismo nombre; su tamaño es de entre dos y tres centímetros de diámetro, recubiertos de una cáscara relativamente dura. Pueden comerse crudos o cocidos”, dice sobre esta fruta Mariano Michel Velasco en su libro “Las cocinas de Jalisco. Recetas cotidianas I. Zona Sur”.
Heriberto García Rivas documenta en su libro “Cocina Prehispánica” que esta fruta formaba parte de la dieta que consumían los pueblos originarios antes de la llegada de los españoles.
De entonces quedan también algunas danzas que bailan los grupos que acompañan a la “Generala” como cada año de la catedral de Guadalajara a la Basílica de Zapopan. Cerca de un millón 800 mil personas participaron este año en la romería, según las autoridades.
Entre estos miles estaba una señora vestida de azul oscuro y su esposo. Nada más vio a Manuel con su cargamento de coyules apostado en una de las aceras de la avenida Américas y se le iluminó la mirada.
“¿Te acuerdas de los coyules?”, le preguntó a su esposo mientras, sin darle tiempo a responder, lo jalaba de una manga para llevarlo hasta dónde estaba el vendedor. Le compró dos bolsitas de las de a diez.
No habían acabado de pagar cuando un agente de la Policía Municipal de Guadalajara se acercó para comprar.
-“Mi madre los preparaba”, Comentó. “Pero mejor que él”, bromeó.
Manuel respondió pronto. “Nomás pruébelos y verá”.
Y es que aunque joven, Manuel es un experto coyulero. “Desde que tenía seis años los preparo”.
-¿Te enseñó tu mamá?
-“No, no tengo jefes. Yo andaba por el mercado de Abastos y allá me enseñé. A eso y a muchas cosas. Hace dos años fui ayudante de chef, pero ahora ya nomás me dedico a los coyules”.
Manuel explicó que él va a la costa de Nayarit a traer los coyules. Luego hay que pelarlos. “Eso lo más difícil, es una friega, porque la cáscara es dura, rasposa y pegajosa. Por arriba es rasposo y por adentro es baboso, así que se resbala”. Mostró entonces sus manos con amoratadas y cubiertas de escoriaciones. Lo demás es cocerlos con agua y azúcar hasta darle su punto.
-¿Se está perdiendo la tradición?
-De comer coyules no, pero sí de prepararlos. Siempre tengo clientes, pero la gente ya no los quiere hacer porque es muy difícil.
Los coyules son redondos frutos tienen un hueso muy grande y muy duro. Lo que se come es una delgada capa que los recubre y tiene cierto parecido en su consistencia y sabor con una caña de azúcar. Se chupa y luego se tira junto con el hueso.
Mientras Manuel respondía, llegaron un par de mujeres jóvenes. “Mi abuela preparaba coyules, pero ya no son tan comunes, ya no los había visto hasta ahora. Me traen buenos recuerdos”, comentó.
El coyulero dice que los vende en tianguis, mercados y fiestas populares. “Donde haya gente, ahí estamos. Siempre hay alguien al que se le antojan los coyules”.
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