En una esquina del barrio de Santa Tere se forman diariamente largas filas de antojados que esperan que “salgan” los sabrosos y humeantes tamales
Elba Castro
Atardece y comienza a sentirse el frío en el cuerpo; entonces, se antoja calentarse con un tamalito dulce, salado o enchiloso, con atole. Es la tarde de un día de enero. El sol ya no hace sombras largas. El día se prepara para guarecerse del frío en el calor de la cena.
En la esquina de Ramos Millán y Francisco Zarco, en el barrio de Santa Tere, más de veinte personas aguantan el frío esperando la recompensa de un rico tamal convertido en cena familiar.
¿Quién es el último? Dice un cliente recién llegado. Yo, pido permiso al despachador, al “güero” para hacerle una entrevista… me mira en silencio mientras echa a una bolsa de plástico la cantidad exacta de tamales de distintos sabores que memorizó en lo que un cliente hacía el pedido. “Bueno, espero hasta que usted termine de despachar la fila”. El “güero” abre más los ojos, y dice “aquí nunca se acaba la fila”… entonces, me animo a preguntar sobre la preferencia de los clientes para comer tamales en uno de los expendios, más famosos de Santa Tere, que abre de lunes a lunes, casi todos los días del año.
“La especialidad son los de rajas con panela y los de mole rojo”, me dice, pero una joven que hace fila, corrige “yo creo que son los verdes”. ¿Y por qué? pregunto con curiosidad. “Porque son los más enchilosos, entonces son más sabrosos”. Los demás dan su propio veredicto. “Para mí son los de fresa”, dice el despachador. Los que escuchan, no lo contradicen, más bien parecen explorar con la mirada, allá donde la memoria guarda el sabor y, aprueban en silencio.
Es verdad, la fila no termina, la mayoría de los pedidos rebasan los 10 tamales, y todos con sabores surtidos. Despachados, los clientes, se van con prisa. Desde adentro llega una joven muy amable y me explica que el negocio lo comenzó su mamá en 1989, con una sola olla vaporera “y ya tenemos una sucursal”.
Señala con orgullo que tiene clientes distinguidos. “Aquí llegaba la señora “Cuquita”, la esposa de Vicente Fernández. Todavía manda por tamales”. Otros clientes vienen de lejos, algunos hasta de Houston. Los que viven en los Estados Unidos los encargan y los congelan para conservarlos.
Se acerca el 2 de febrero, “Día de la Candelaria”, cuando quienes se sacaron al niño en la rosca de reyes deben patrocinar los tamales. Los propietarios de los tamales “Chela” se preparan. Dicen que ese día no habrá venta al público, que sólo repartirán, desde las tres de la tarde, los pedidos que se hicieron con anticipación. “Cada cliente se llevará un mínimo de 100 tamales”… por eso el día primero de febrero la fila será aún más larga y más interminable todo el día. Me siento sorprendida por la fuerza y la modesta forma de mantener la convivencia de una tradición que pensé que era de menor importancia que el ritual de la rosca de reyes. Pensé que nadie hacía caso de la promesa hecha a la suerte, a casi un mes de haberse “comprometido” en público.
La venta de tamales baja en tiempos de calor, pero nunca lo suficiente para que los tamales “Chela” cierren sus puertas.
Finalizo la entrevista, sorprendida de abrir una puerta a la cotidiana tradición de quitarse el frío de una forma gozosa y colectiva. Tamal, en México refiere a la técnica de envolver para cocer al vapor algo. Me retiro satisfecha, voy envuelta, entamalada, preparada para quitarme el frío en la cena compartida.
Los datos
Dirección: Ramos Millán #640 esquina con Francisco Zarco, Santa Teresita. (33)3826-2714
Horario: lunes a domingo de 18:30 a 21:30.
Especialidad: Tamales salados de mole rojo, mole verde, pollo con salsa verde y rajas con panela. Tamales dulces de fresa y piña.
Precios: $14 pesos el tamal.
Fundado en 1989.
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