Primer plato

“Al que prueba el tejuino, le gusta”: Don Marcelino

Murió don Manuel Ornelas Gómez, uno de los tejuineros más conocidos de la ciudad. Esta es una entrevista que le hicimos en 2007

Juan Carlos Núñez Bustillos

Marcelino Ornelas. Foto: Giorgio Viera

Nació 17 de marzo de 1928 en Encarnación de Díaz, Jalisco, “pero me crié en Fresnillo, Zacatecas”. Fue minero y trabajó en la obra. En 1954 llegó a Guadalajara y al año siguiente comenzó a preparar y vender tejuino. Su local en el mercado de La Capilla de Jesús es legendario. Tuvo ocho hijos. Falleció el pasado 15 de septiembre. Publicamos esta entrevista en 2007 como parte del proyecto: “Retrato hablado, entrevistas con personajes de Guadalajara”, que se recopila en un libro editado por la Universidad de Guadalajara y el ITESO.

¿Se llama Manuel o Marcelino?

Me llamo Manuel, pero toda la gente me habla por Marcelino. Es más, mucha gente sabe que me llamo Manuel y de todos modos me dice Marcelino. Hasta en mi casa dos de mis hijas me dicen: “Anda, Marce, ven a comer”.

¿Por qué le cambiaron de nombre?

En aquel tiempo estaba de moda Marcelino, pan y vino, y yo puse al frente de mi carrito un letrero que decía “Marcelino”, y de ahí se quedó.

¿Antes de ser tejuinero qué hacía?

Trabajé cinco años en la mina de Fresnillo, Zacatecas, pero me afectó los pulmones. El doctor me dijo que me viniera a Guadalajara y que con eso me aliviaba. Trabajé un tiempo en la obra, con los pintores. Un tío mío, ya grande, vendía tejuino. Yo le ayudaba a sacar su carrito y lo encaminaba. Un día le dije que quería vender y me dijo que sí. Me prestó 300 pesos y con eso empecé.

Manuel Ornelas, “Don Marcelino”, fotografiado por Georgio Viera en 2007

¿Cuándo?

El 7 de octubre de 1955. Tenía 27 años, y estaba fuerte, ahorita ya tengo 80. Ese día me fue bien. Me quedaron quince pesos y en la obra me pagaban diez.

¿Empezó en un carrito?

Sí. Andaba por las calles y no tenía dónde pararme y andando en el carrito me pasó algo curioso.

¿Qué le pasó?

En aquella época traía yo los vasos de vidrio volteados, sostenidos en unos palitos. Y cuando pasaba por la calle de Puebla un muchacho que andaba en bicicleta agarraba uno de mis vasos, lo estrellaba en el piso y se iba. Me quebró varios nomás por maldad.

¿Cuántos vasos le quebró?

Muchos, pero no va a creer lo que pasó. Pasaron muchísimos años y un día vino el señor. Lo reconocí luego luego. Me dio mucho coraje y dije: “Aquí me vas a pagar”. Cuando me pagó le dije: “Del tejuino es tanto, pero le voy a cobrar cinco vasos de los que me quebró usted hace muchos años”.

¿Qué le dijo?

Me dice: “¿Yo maestro?”. Sí, le dije, usted no se me olvida ni la voz. La hija le dijo: “¡Ay papá, cómo eres!”. Total que él dice: “Pues cóbrame, no me acuerdo, pero de muchacho fui muy duro”. Le cobré los vasos a tres pesos.

¿Quién inventó el tejuino?

Lo hacían los coras de Nayarit y los tarahumaras de Chihuahua. Pero le decían tesjuino. No le ponían piloncillo, nomás el puro maíz, lo fermentaban y lo enterraban para hervirlo, no sé cómo lo hacían.

A mucha gente no le gusta el tejuino, dice que es maíz podrido.

No, no. No es podrido, es fermentado, es una cosa parecida, pero no es igual. Mire, se pone el maíz a sancochar sin cal, se saca de la lumbre caliente, se le tira el agua y se arropa por dos días. Esa es la fermentación, pero no es igual que podrido. Cada día tengo como dos personas que vienen y nunca lo han tomado, y cuando lo prueban les gustan, al que prueba el tejuino le gusta.

Maíz, la materia prima del tejuino. Foto: JCN

Tampoco les gusta el color.

Es que no le han probado. También hay personas que lo han tomado en otros lados y no les gusta, pero cuando lo toman aquí ya les gusta. Una vez llegó una señora y me dice: “Mire don Marce, el tejuino que compré en la calle”. Lo olí y dije: “Eso no sirve”. Lo trajo nomás para ver las cochinadas que venden.

¿Tiene clientes de muchos años?

Muchos, había un empresario que venía todos los días, sin falta, duró como 40 años viniendo. Otros que han venido tres veces por día. Vienen personas con sus hijos que me dicen que a ellos sus papás los traían cuando eran niños. Viene de todo, gente pobre y de la alta sociedad. De todos lados de la ciudad se dan sus vueltas. Una vez vinieron de León nomás a eso.

¿A poco?

Estuvo curioso. Eran dos hermanos y su mamá los mandó desde allá porque que le gustaba nuestro tejuino. Al entrar a Guadalajara uno vio un puesto y le dijo al otro: “Hay que comprarlo aquí, al cabo es igual”. Lo compraron y ya se iban a regresar cuando el otro dijo: “Sabes qué, la jefa sí lo va a reconocer”. Entonces vinieron y cuando probaron el de aquí uno dijo: “Ya ves, si nos llevamos aquel la jefa nos regresa” (risas).

¿Han llevado a otros países?

Muchísimo a Estados Unidos, a cada rato, y también a Cuba, Perú y Canadá. Dicen que sí lo pueden pasar.

¿Lo de ponerle nieve de limón es nuevo?

Sí, tendrá unos diez años y ahora algunos le están empezando a poner chile en polvo.

¿Es cierto que es nutritivo?

Sí y aparte es buenísimo para la cruda. Un 25 de diciembre llegué y estaba un señor recargado en la cortina, hasta me asustó. Me dice: “Ándale hermano, abre pronto, porque me estoy muriendo de la cruda”. Le arreglé su tejuino, lo senté en una banca y se compuso el señor. Otros dicen que es bueno para el estómago y para el mal de orín.

¿Cuánto es lo máximo que ha tomado un cliente?

Primero pidió un litro, ya era muchito, pero luego pidió otros dos. ¡Se echó tres litros! En un ratito. Hay otro cliente que se toma dos vasos grandes cada ocho días.

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