Desde hace 22 años se celebra en este pueblo del sur de Jalisco el Festival Cultural de la Pitaya. La edición 2018 concluye mañana
Sergio René de Dios Corona
Amacueca es tierra de pitayos. De enormes cactus con decenas de brazos que parecen estirarse para abrazar cada rincón del pueblo. Para protegerlo. Para bendecirlo. La cabecera municipal está rodeada de huertos de pitayas, que aparecen también dentro de las casas, que emergen sobre los corrales, que despuntan aquí y allá, que despiertan la admiración de los paseantes que cada temporada van en busca de los sabrosos y multicolores frutos.
Los pitayos aparecen como custodios apenas se sale de la carretera libre de Guadalajara a Zapotlán El Grande para seguir la desviación a la cabecera municipal, situada en una pendiente, asomada a la cercana ex laguna de Sayula. Conforme se sube a pie o a vehículo, las huertas sobresalen a los lados. Majestuosas, reciben a los visitantes y testifican su ingreso a un pueblo que además produce rico café y sabrosas nueces, gracias a sus cafetales y nogales esparcidos en la región.
Como ocurre en mayo de cada año, miles de jaliscienses y de vecinos de otras entidades se trasladan al pueblo en sus vehículos o en camiones de turistas para recorrer las calles de piedra de loza, buscar a quienes con largas varas cortan las pitayas, las desnudan tras quitarles con cuidado las largas y amarillas espinas, las abren para mostrar un poco su jugosa intimidad y las ofrecen a comensales seducidos por su belleza y sabor. La recompensa es un gozo fresco al paladar.
Este domingo 20 de mayo fue el día central del Festival Cultural de la Pitaya en Amacueca, que comenzó el 6 y concluye mañana. Los visitantes llegaron para disfrutar la jornada, que se ha organizado desde hace 22 años. Los esperaban decenas de canastas con pitayas, a las que quienes la comercializaban quitaban espinas y cáscara. Pitayas blancas, amarillas, naranjas y rosas, de distintas tonalidades, permitieron atenuar la sed en plena época de calor a sedientes buscadores del fruto. Las pitayas mamey, de las más buscadas. Ese día los vendedores no salieron a ofrecer pitayas en las nueve esquinas de Guadalajara.
Los concursos de tragones de pitaya y de los más grandes frutos, la festividad religiosa local, los bailes regionales, la multitud de puestos de todo tipo de productos, entre ellos artesanías, tacos y fruta fresca, se realizaron en la plaza principal del pueblo, por la que desfiló una multitud de turistas pitayeros. Los visitantes conocieron el cada vez mayor número de derivados del fruto: cervezas, panes, mermeladas, jabones y dulces que se elaboran ya con base en la dulce pitaya.
Pueblo bendecido por sus huertas, Amacueca recibe de Techaluta un fruto de dioses y lo comparte: las pitayas.
No hay comentarios