Estos sabrosos insectos se recolectan después de las primeras lluvias, se cuecen con sal y luego se tuestan en un comal a la leña
Patricia Bañuelos / Oaxaca
Todavía recuerdo en Guadalajara, cuando era niña, un montoncito de años atrás, al llegar a la escuela primaria en la mañana después de una noche lluvia, la primera noche lluviosa de la temporada tal vez, y ver el patio tapizado de unas hormigas grandes, gordas y aladas. Esa peculiar alfombra rojiza en donde algunas hormigas todavía daban señales de vida, finalmente iba a parar a la basura, porque para la hora del recreo ya no estaban allí.
No recuerdo cuándo fue la última vez que las vi en esas cantidades, son de esas cosas que se nos van olvidando sin que demos mayor importancia al asunto, o pensemos siquiera en la razón de su ausencia. Fue hasta mi aventura oaxaqueña que volví a pensar en ellas, porque me las topé con una marchanta en la calle.
¿Compra chicatanas?, me preguntó extendiendo un pequeño plato de barro lleno de estas singulares hormigas. Pagué cincuenta pesos por el equivalente a un puño de chicatanas, lo cual se me hizo un poco caro, comparado con el precio que por estas tierras tienen los chapulines. Cuando cuestioné a la señora al respecto, me dijo que estaban muy escasas, que cada año son menos las que pueden recolectar después de la primera lluvia del verano.
Fue entonces que mi memoria hizo ese tremendo viaje al pasado, para tratar de ubicarlas entre mis recuerdos. Cuando me di cuenta de que en verdad desde mi niñez no las había vuelto a ver en tan bastas cantidades, entonces me sentí en la posesión de un tesoro. Nunca antes las había probado, pero no soy de las que salen corriendo ante la experiencia de conocer un nuevo sabor. De inmediato me llevé una a la boca y me la comí.
El sabor de las chicatanas es mucho más agradable que el de los chapulines, que algunas veces dejan un sabor un poco amargo al final. No creo que alguien pueda describir a detalle el sabor de un insecto. He probado varios tipos diferentes y todavía no encuentro la mejor manera de transmitir esa experiencia gastronómica, así que me voy a limitar a decir que tienen un extraño sabor almendrado y es necesario probarlas para comprobarlo.
Las chicatanas son muy preciadas en Oaxaca, al parecer es el Estado de México en donde más se consumen. Su registro en la alimentación de esta región data de tiempos prehispánicos. Se recolectan después de las primeras lluvias, se cuecen con sal y luego se tuestan en un comal a la leña. Tienen un aporte de proteínas importante, pero es más por su sabor que se vuelven tan codiciadas.
Por lo general se utilizan como botana, sin más aditamentos que ese tueste con leña o agregando un poco de ajo, pero más que un alimento en sí, la chicatana se considera en la actualidad un condimento, una porción pequeña de ellas puede dar un sabor totalmente diferente a una salsa o a un mole. Para esta temporada cualquier platillo que contenga esa mezcla de hormigas aladas con chiles y otras especias procesadas en el molcajete o metate, es muy cotizada.
Es difícil conseguirlas para consumo humano en otras partes del país (fuera de Oaxaca, Chiapas, Yucatán o Veracruz), aunque existen varios tipos de hormigas aladas, que se pueden encontrar desde Estados Unidos hasta Argentina.
Las chicatanas son las reinas de las hormigas arrieras, la urbanización, los insecticidas y los cultivos transgénicos, han venido a afectar la reproducción de los insectos polinizadores. Así que si las ve por ahí, no deje pasar la oportunidad de probar este manjar prehispánico, delicioso y nutritivo.
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