“Su café, alzaba sus vapores ya tibios, sin alcanzarla. La taza grande, era un repositorio de sus pensamientos…”
Elba Castro
No paraba.
Lloraba para sí.
De ese llanto que da el ánimo para salir corriendo.
Su café, alzaba sus vapores ya tibios, sin alcanzarla.
La taza grande, era un repositorio de sus pensamientos.
Era la tarde y las plantas tendían sus flores coloreadas.
Pero el frío que ella tenía congelaba al sol de enero.
Al fin hizo de su lectura de sí una pausa. Pidió refill.
Esa taza de café gorda y generosa, la encogió.
Así, de su vida, apaciguó sus sollozos
Tomó su taza como queriendo abrazar su vida.
Todo estaba ya bajo control.
No hay comentarios