Primer plato

Nuestra señora del bocadillo

“Estar a dieta, además de aburrido y deprimente cuesta un Congo. Yo mato el hambre a base de latas de berberechos y espárragos”

Nené Ortiz / Cádiz

Bocadillo de paté. Foto: Juan Carlos NúñezPaso a casa de mi vecina a pedirle un limón. Estoy inmersa en mi dieta (la que inicié en 1980). Desde entonces, entre pitos y flautas, estoy tal cual, o sea: gorda. Hay organismos resistentes a cualquier tipo de pérdida, organismos que son conscientes del cataclismo que nos acecha y almacenan grasa, como las focas y la campana extractora de mi cocina.

Estar a dieta, además de aburrido y deprimente cuesta un Congo. Yo mato el hambre a base de latas de berberechos y espárragos de Navarra. Es posible que además de no adelgazar pille botulismo y me arruine.

Mi vecina Dorita tiene unos limones hermosísimos que cría su hermana en Benaocaz. A través de la puerta cerrada oigo cantar a sus pájaros. Los pájaros de Dorita cantan divinamente, hasta los extranjeros se paran bajo los balcones para escucharlos: Oh wonderful, wunderbar, maravellós…

-Ahora cantan menos porque están pelechando y porque mi sobrina se ha ido de permiso y me ha dejado un “alcapone” que tiene.

-Ah claro, entonces igual le tienen miedo y por eso no cantan, los pobres.

Mi vecina me da dos limones y unos besos apretados, de tata, que devuelvo agradecida.

-Hija, tú come, vaya a ser que pierdas el lustre que tienes.

Vuelvo a casa muy motivada y me zampo un bocadillo de pan integral con fuagrás, que tiene mucho hierro. Yo la dieta del bocadillo la seguiría como una fanática si la hubiera inventado Charles Manson. El bocadillo merece adoración y respeto, Ntra. Sra. del Bocadillo tendría un éxito rotundo en muchos países del tercer mundo y a las puertas de salida de la clínica Buchinger.

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