Una ruta cultural convocada por jóvenes para espulgar la vida de la ciudad, para comerla, para beberla, para asomarse a sus ríos escondidos… para evocar historias
Elba Castro
Es un domingo de mayo en las Nueve esquinas. El sol y el calor abrillantan los colores de las grandes sombrillas bajo las cuales hay un vergel. Se abren los antojos de la memoria. Da “sed” de comer pitayas, ciruelas, mangos, capulines, mameyes, nances, guamúchiles, guayabas rosas, zapotes… conforme uno camina entre esta primavera lo cobijan los enormes árboles y poco a poco emergen las historias de las calles del barrio que albergó a Consuelito Velázquez y a Vicente Leñero y donde nació el escritor Francisco Rojas González.
No son más de unas cuadras que serpentean, pero desde que uno se asoma al barrio por la avenida La Paz, otrora el río El Arenal, se cruza el puente de las Damas, enterrado bajo el concreto, para abastecerse, como hace más de 200 años, de las frutas que en otros sitios de Jalisco, estallan al calor de mayo.
El proyecto es parte de una convocatoria que lanza la asociación civil llamada RUTAS (que significa Respuestas Urbanas de Trabajo Ambiental Sustentable). El proyecto le da sentido al deseo de conocer la ciudad por debajo de la epidermis urbana, desde la cual todo se ve igual. Para estos jóvenes, la historia de las calles cuenta también la historia de un relieve donde antes corrían los ríos, esquinas donde lloraban los manantiales y que ahora es posible seguir e imaginarlos.
Así, desde la avenida La Paz y Colón, se puede evocar al puente de Las Damas que quedó sepultado, pero que se puede sugerir con alguna alcantarilla. El punto además invita a lanzar la mirada por encima de los puestos de los pitayeros… en el fondo vemos, puntal al templo de San Francisco. Nos ayuda a imaginar con él, las vías y la primera estación del tren, fundada en 1888, que traía a los mercaderes a Guadalajara y que entraban por este lindero.
Ya metidos en el barrio, hay invitados del proyecto de RUTAS que hacen hablar a las fincas y a las calles. Con la ayuda del libro “Las Nueve Esquinas”, del doctor Trinidad González, ubican con exactitud el sitio de un sonado crimen de dos acaudaladas mujeres, en el año 1923. El barrio esconde más historias, entonces localizamos la finca en la que descansa una familia de fantasmas que se hicieran presentes en el año 1932 de una forma asombrosa.
El sitio es testimonio que se refresca todos los días, en la historia de quienes lo visitan. Si los puestos de pitayas y de frutas evocan la ruta del tren que llegaba del sur del estado, la birria es reminiscencia de un afortunado encuentro que permite disfrutar ahora a los paseantes de un platillo emblemático de Jalisco.
La caminata por el barrio de las Nueve esquinas, que organizó RUTAS termina en la cantina “La Occidental”. Y ya expuestos al gusto por la historia y aún más cerca de la riqueza cultural y biológica, quienes participamos de este recorrido, nos contagiamos por buscar otros barrios y otras historias que nos sorprenda vivos en este paisaje que somos.
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