Primer plato

El efecto pavloviano de los mangos verdes

Estas son las instrucciones para saborear este ácido y delicioso fruto antes de que madure

Sergio René de Dios Corona

Mangos verdes. Foto: SRD

Disfrutar frutos ácidos requiere de un instructivo preciso. Partamos de que le agradan. Que con solo imaginarlos, su cerebro le manda al paladar una sensación de gozo ensalivado. Es el acto reflejo pavloviano de la gastronomía ácida. Es el primer paso. Es el requisito previo para, en este ejemplo, disfrutar un sabroso mango verde.

Una vez que lo decida, puede elegir el mango o mangos verdes, de buen tono, que le agraden. Si tiene la fortuna de contar con un árbol, corte frutos grandes, cuando su color sea intenso, similar al de las hojas que los rodean.

Si los compra, asegúrese de que al tocarlos perciba su dureza. Aguados, no sirven. La consistencia de sus cáscaras tiene que ser firme o maciza.

Cosecha de mangos verdes. Foto: SRD

Con su mango o mangos en la mano, luego de una buena lavada con jabón líquido, puede cortarlos en tiras con un cuchillo filoso. No se trata de pelarlos, si bien es una opción, sino de disponer de las porciones que incluyan la cáscara verde con la pulpa de un amarillo claro.

Un fruto le puede dar cuatro o cinco rebanadas que alegrarán su vista, como anticipo del placer.

Colocadas en un plato las tiras, puede tomar cada una y, si lo quiere más ácido, agregarle gotas de limón y un ligero toque de sal. El chile de la marca Tajín es ideal para espolvorearlo al gusto sobre la pulpa.

Otra alternativa es que, además de las porciones cortadas, la emprenda a mordidas con la pulpa que resta en el fruto.

Sigue el momento cumbre. Hay que comer despacio cada tira. Morderla y hacerla pedacitos en la boca, tranquilamente, sin prisa alguna. Casi con la mirada en lontananza, como perdida en la lejanía. Lo ácido del mango verde circulará hasta su estómago dejando esa estela de agradable acidez.

En ese momento quizá lleguen a su mente recuerdos de la niñez o la adolescencia en que probó su primer mango verde. Tal vez lo hizo en un pueblo, en una ciudad, en un rancho o, afortunado, bajo las sombras de una huerta. Posiblemente lo comió a solas, con amigos o en familia.

Incluso, puede ser que evoque un puesto en que le colocaron al fruto un palito redondo, para dejarlo como si fuera una paleta. Todo un regalo a los amantes de lo ácido.

El mango verde puede combinarlo con pedazos de jícama o piña, o rodajas de pepino. También le agradará acompañarlo con cervezas bien frías. Son una botana ideal, sobre todo en periodos calurosos. ¿La va a preparar? Invite.

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