Cine

El Festín de Babette, de la sopa de pan a un espléndido banquete

La primera cinta danesa en ganar un Oscar a Mejor Película Extranjera cuenta la historia de una joven y una inolvidable cena

 Patricia Bañuelos / Oaxaca

“¿Vino, Madame?” “No, Madame. ¡Es un Clos Vougeot 1846!”

Babette

 Como bien lo dijo José Martí: “La sencillez es la grandeza”. Esta frase describe a la perfección El festín de Babette (Babettes Gæstebud). Película danesa del año 1987, dirigida por Gabriel Axel, basada en la novela de Karen Blixen (Memorias de África). Blixen, baronesa por título nobiliario, tuvo que recurrir a un seudónimo para poder publicar sus novelas, así que en el mundo literario habrá que buscar la firma de Isak Dinesen para dar con ellas.

Fotograma cortesía de IMDB (http://imdb.com)

La primera cinta danesa en ganar un Oscar a Mejor Película Extranjera, cuenta una historia del año 1880 en Jutlandia, una pequeña aldea costera en Dinamarca, donde dos hermanas, Filippa y Matinne (Bodil Kjer y Birgitte Federspiel) pasan su vida ayudando a los demás. Tratando de seguir los pasos de su padre (Pouer Kern), un pastor luterano, dan comida a los ancianos de la aldea.

Un día se aparece en sus vidas Babette (Stéphane Audran), quien viene huyendo de la guerra de La Comuna en Francia. Las dos hermanas ya ancianas la acogen y Babette se convierte en una doncella sin sueldo. Después de estar 14 años al servicio de Filippa y Matinne, Babette ofrece una cena para festejar el centenario del nacimiento de su padre. Durante esa cena se darán cuenta de quién es realmente ella.

En la cinta llama la atención los contrastes entre lo que puede ser una vida a color, y una en escala de grises por el sólo efecto de la comida. Los paisajes son tan austeros como la sopa de pan con cerveza, que si bien sigue siendo hasta ahora una de las especialidades de la cocina danesa, no se ve nada apetitosa.

Fotograma cortesía de IMDB (http://imdb.com)

Si pienso en Babette como una chef francesa acostumbrada a lo más selecto de la mejor cocina del mundo; comiendo durante 14 años esa sopa y pescado frío me dan ganas de morir de inanición. ¿Vivir sin  placer gastronómico por catorce años? ¡No puedo! La cara de la mujer no refleja nada en todo ese tiempo. Inexpresiva, vacía, llana y fría. Comida no, diversión no, música tampoco, ¡sexo cero!, ni siquiera la vida de servicio parece ser consuelo.

Por momentos se puede sentir tan larga como el tedio, tan larga como aquello de que: “El hombre no sólo debe evitar el pecado. No debe ni pensar en comer y beber, sólo así puede comer y beber como se debe”. En definitiva mi comer como se debe, dista mucho de la primera carta a los Corintios. El mal comer no tendría que ser un sacrificio dedicado a Dios, sino que el buen comer debe ser un placer que agradecer al o los dioses. Y para eso Babette tiene ni más ni menos:

1.-La Sopa de tortuga. Si no fuera porque las matan de una manera atroz y que algunas especies están en peligro de extinción, yo sí le entraba al caldo. No es un patillo de origen francés precisamente, los ingleses se lo robaron a los chinos y Francia lo toma de Inglaterra.

2.-Blinis Demidoff. Hasta los rusos metieron su cuchara en el Festín de Babette. ¿Cómo llegaron a su mesa? Pues se dice que la mano negra fue de Karen Blixen la escritora, porque en realidad no existe la referencia. Para Blixen, los blinis son unos canapés o crepas pequeñas con caviar y nata agria a los que yo, no les hacía el feo.

3.- Veuve Clicquot 1860. Afamada champagne francesa, obra de Nicole Ponsardin Clicquot, mejor conocida como “La Gran Dama del Champán”. Esta célebre dama pasó a la historia junto con su champán por perfeccionar la técnica del Abad Pernigón. A la fecha esta marca es sinónimo de lujo y exclusividad.

4.-Cailles en sarcophage. Las codornices en sarcófago no tienen registro de su existencia antes de que Blixen escribiera la novela, ni siquiera en el libro se mencionan, así que supongo que habrá que adjudicársela a Gabriel Axel; porque desde entonces las codornices rellenas de foie-gras y trufa negra montadas sobre un volován de hojaldre, con una reducción, no de vino, sino de Clos Vougeot. Esta receta ha sido imitada por numerosos restaurantes.

5.- Clos Vougeot 1845. Los viñedos Clos Vougeot datan del año 1110, para el año 1164 el Papa Alejandro III pone los viñedos bajo la protección permanente del mismísimo San Pedro; que por desgracia no tenía el mismo carisma que San Francisco para los bichos, porque con todo y su protección los viñedos fueron arrasados por una plaga. Pero no se preocupe, se recuperaron poco después por obra y gracia de Dios. ¡Alabado sea!

Fotograma cortesía de IMDB (http://imdb.com)

Los demás integrantes del menú fueron: ensalada, surtido francés de quesos, frutos exóticos y tarta de cerezas. Café recién molido y para el brindis un Marc Vieux Fine Champagne (crema).

¿Qué significó ese banquete? Pues, ¡sepa Dios! Porque eso de gastar diez mil francos para dar las gracias por catorce años de sopa escuálida pues como que se me hace mucho. Ver a Babette sentada en la cocina exhausta, después de días de trabajar en esa cena, sólo toma sentido cuando se recompensa con una copita de Clos Vougeot.

Si la cocina, más que cualquier otra cosa en el mundo nos dice quiénes somos y quiénes deseamos ser, entonces se puede decir que Babette se encontró a sí misma. Ya quisiera yo un encontronazo de esos.

 Que este alimento mantenga mi cuerpo,

que mi cuerpo sostenga mi alma,

y mi alma, con palabra y obra,

dé gracias por todo al Señor.

 Oración antes de los alimentos

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