Puerto Chale es una nueva opción para visitar a los cetáceos. Al regreso del viaje se pueden disfrutar frescos pescados y mariscos
Karla Ríos Jordán / José Rubén Alonso González
Es tiempo de ballenas y en Sudcalifornia lo saben. María Luisa, y otros habitantes de Puerto Chale, Baja California Sur, al norte de la Paz, se prepararon este 2019 para recibir visitantes en búsqueda de avistamientos de la ballena gris. Ofrecen recorridos y explicaciones didácticas en lancha y una deliciosa comida a los paseantes: almeja Catarina en distintas presentaciones.
La ballena gris nace y se reproduce en Baja California Sur. Es cien por ciento mexicana y sudcaliforniana. Acude a las costas, lagunas y bahías mexicanas para su apareamiento y parto luego de entre 12 y 13 meses de gestación en el Océano Pacífico norte y los mares del ártico, allá, cerca del Polo Norte.
Cuatro puntos son los ideales para avistar la ballena gris en Sudcalifornia entre los meses de enero y marzo de cada año: la Laguna Ojo de Liebre, en Guerrero Negro, a 771 kilómetros al norte de La Paz, es el lugar por excelencia, pero con restricciones para su acceso; la Laguna San Ignacio, a 685 kilómetros, también al norte de La Paz; o dos lugares más cercanos a la ciudad capital: Puerto San Carlos, a 267 kilómetros, frente a la Isla Margarita; y Puerto Chale, a 178 kilómetros; en bahía Magdalena, frente a la isla del mismo nombre. Todos los lugares en el Océano Pacífico.
Avistar ballenas fuera de esos lugares, como en Cabo San Lucas, es factible, pero esporádico. Puerto Chale se estrenó este año como un lugar de avistamiento de la ballena gris. La comunidad se preparó capacitándose para atender a los visitantes.
Se recomienda salir temprano, antes de las 7:00 horas de La Paz. Se toma la carretera transpeninsular hacia el norte y al llegar a Santa Rita, en el kilómetro 150, tomar la desviación a la izquierda hacia Puerto Chale. Ya sea en Santa Rita o en el Cien (kilómetro 100), vale la pena detenerse a tomar un rico café de “talega” (de grano colado en un filtro de tela), o bien, al llegar a Puerto Chale.
Llegar temprano a Puerto Chale es lo mejor, pues así las aguas de Bahía Magdalena estarán más serenas. Después de las 11:00 horas, el mar “se pica” y hay menos posibilidades de salir un poco de la bahía, a mar abierto, para apreciar otro espectáculo de ballenas, pues en la bahía las aguas son menos profundas.
A María Luisa, o dona Licha como todos la llaman, quien vive a la orilla de la playa es necesario anticiparle si quiere uno comer al regresar del recorrido, pues todo lo prepara al momento, nada refrigerado, pues no tienen energía eléctrica.
Ella, además de comida, ofrece botanas y refrescos. Es mejor no comer mucho antes del recorrido, por eso de que alguien se mareé.
José Martín Geraldo, pescador, ofrece además el recorrido y la explicación. “En la mañana vinieron unos de National Geographic. Los traje cuatro horas casi hasta mar abierto, allá por la isla Margarita buscando la ballena albina y ¡sí la encontramos! Me dijeron que sólo la han visto en dos lugares, en Canadá y aquí. Se fueron muy contentos”, contó emocionado y orgulloso a bordo de su embarcación.
En eso, se comenzaron a ver chorros de agua que salían del mar. Y al avanzar, se apreciaron los lomos grises de las ballenas. Para donde se viera, a cualquier lado, había ballenas.
José Martín apagó el motor de su “panga” para no molestarlas. “Tiene que estar calmito para que se acerquen”, explicó. La impresión aumentó poco a poco. Las ballenas comenzaron a nadar debajo y alrededor de la lancha. La bordeaban, como evitando molestar o asustar a las visitas. Majestuosas, tiernas, dóciles. Se hace nudo en la garganta en la mayoría de los visitantes. Una que otra lágrima corre por las mejillas por la emoción.
“La mayoría son hembras”, dijo José Martín. Hembras unidas. Nadando en grupos de tres, de cuatro. Juntas. Algunas “panza arriba”.
Después de dos horas de recorrido por el mar y estancia con las ballenas, el regreso.
María Luisa, en tierra firme, ya esperaba a la visita. Sobre la mesa sirvió unos burritos en tortilla de harina de almeja Catarina guisada. Nada que ver con las tortillas industriales, las de bolsita. Éstas son amasadas y hechas a mano. A los burritos, le siguieron empanadas también de almeja. Luego, una lisa que en la mañana su esposo saco para preparar el pescado bien frito. El aroma casero y el inigualable sabor de lo fresco de las almejas y el pescado, a la orilla del mar, es un manjar.
Licha platicaba como si la visita fuera de la familia. Antes de partir, sabiendo que de Puerto Chale procede la almeja Catarina y los callos de ésta que se comercializan en La Paz, se le preguntó si tenía algo para vender. Llevó a los visitantes a su casa y sacó una bolsa de dos kilos de callitos de almeja Catarina. ¿Cuánto es?, se le preguntó. “Se los voy a regalar. Por favor, no me quiten ese gusto. Nosotros así somos aquí”.
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