La combinación de ingredientes y el refinamiento de un toque de ron evocan al dios del fuego
Beatriz Rosette Ramírez
Los sortilegios comienzan en las manos y corazón generoso que provee esos apapachos gratos para el alma y el gusto. Un buen postre a la medida de un “chef” que prepararemos con las mujeres de mi linaje (hijas y nietas). En la cocina se genera la alquimia del amor y los buenos sabores en familia y con los amigos, decía mi abuela.
Los plátanos flameados son una combinación de sabores dulces y el refinamiento de un toque de ron y su buqué los intensifica. Junto al resto de los ingredientes evocan al dios del fuego.
En la cocina regularmente se nos quedan algunos plátanos maduros, que van llegando a un color café. Es momento de aprovecharlos; las naranjas que van quedando en el frutero también servirán, una buena porción de azúcar, canela molida, mantequilla, un poco de nieve de vainilla y una “buena dosis” de ron.
El relato de las ultimas anécdotas en la cocina, al momento que se preparan los alimentos, es algo mágico; llegan las soluciones y se dan los encuentros. Las manos ya van pelando los plátanos y se parten a lo largo en dos.
En tanto se prepara la sartén grande a fuego medio, colocamos la mantequilla hasta que la barra se difumine al calor del fogón donde se verterán los plátanos.
En un segundo plano las naranjas van siendo despojadas de su elegante y colorida vestidura hasta dejarlas desnudas en su fondo blanco, al estar expuestas será fácil tomar el zumo al rayarlas. La cáscara es valiosísima y también la incorporamos a la sartén, junto con un tanto de azúcar; esta bina añadirá color y un buen aroma.
A partir de estas acciones, se van dorando los plátanos hasta que vayan cambiando de color y tomen un tono que emule al dulce. Es momento de echar el zumo y espolvorear la canela en la cacerola.
Los elementos de la sartén estarán en contacto con el dios del fuego por un tiempo de dos minutos por cada lado de los plátanos. La aleación de los ingredientes sobre el susurro del fogón dará el encanto que buscamos. No es dorar, se trata de que se mezclen los sabores, y que esta fusión genere un líquido que se denomina salsa.
Para que los plátanos, el zumo, la canela, las cascaras de naranja y el azúcar liberen su sustancia habrá que subir la temperatura a tope, fuego alto por unos segundos.
Llega el momento crucial de flamear. Sacamos la sartén de la estufa para añadir el ron sobre los plátanos. Si los procedimientos se hicieron de manera correcta, el fuego vendrá por sí solo. De no ser así, generemos el fuego con un encendedor con muchísima precaución.
Es preciso mover la sartén de manera rápida en movimientos circulares, llamando al dios del viento para que reviva el espíritu del fuego. El embrujo que produce el alcohol se evaporará rápidamente dando paso a que se impregne el buqué del ron.
Por último, se sirve el postre bien caliente, acompañado de un helado de vainilla cremoso y frío, el contraste es fundamental. Como toque un par de hojas de menta… en lo que vamos encontrando otras respuestas a las congojas de las nietas e hijas en su diario vivir.
Los sortilegios comienzan en las manos y corazón generoso que proveen esos apapachos gratos para el alma y el gusto en la cocina, con un postre casero, como el de un buen restaurante.
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