El artista textil presentó recientemente su nuevo libro de memorias. Un recorrido por diversos lugares del mundo, por su oficio de tejedor y por la cocina, una de sus pasiones
Juan Carlos Núñez / Juan Diego Castillo Ramírez
Tejedor de tapices, Gabriel Canales preparó ahora un telar con letras y recuerdos para urdir un libro con “retazos” de su memoria. Hilo a hilo, el artista entrelazó pequeñas historias que nos llevan de su natal Tecuala, en Nayarit a Alemania, pasando por los más diversos lugares y situaciones. Y, por supuesto, cocinas.
Como en sus obras de arte, el también colaborador de Jaliscocina entrelaza pequeñas hebras de diversos colores. Algunas alegres y risueñas, otras duras, dolorosas. Unas de seda, otras de ixtle. Anécdotas, cartas, impresiones, recetas. Al final, el lector completa un tapiz completo tejido con múltiples sensaciones.
No es un libro de cocina, pero la comida no podría estar ausente en estas páginas pues es uno de los hilos conductores de la historia de Canales. Así aparecen en “Retazos de memoria, jerga incompleta” los recuerdos de su infancia cuando lo corrían de la cocina, la desempachada que sufría luego de comer masa de tamales cruda, el turco de garbanzo o de plátano macho que horneaba su mamá, la receta de camarones tastihuil de doña Lina Salas, su madre o del Quarkstrudel de huitlacoche que preparó con los hongos del maíz que encontró en un plantío de Alemania. Desfilan por las páginas el recuerdo de comidas y cenas con sus amigos, de deliciosos pasteles o del Café Bagdad que hace algunos años fundó Gabriel en avenida Tepeyac.
El libro se presentó el pasado 30 de junio en Casa ITESO Clavigero. Sus amigos Diana Bracho, Denise Montiel, Karla Cárcamo y Juan Diego Castillo elaboraron textos para darle la bienvenida a esta nueva obra de Canales que se puede conseguir comunicándose con el autor (canalesgabriel@hotmail.com $220). Se trata de una obra de autor, numerada y autografiada.
A continuación, las palabras de Juan Diego Castillo Ramírez, en la presentación del libro.
No hace muchos días me pidieron en el ITESO, la Universidad Jesuita de Guadalajara en la que he trabajado los últimos 15 años y a la que pertenece esta hermosa casa proyectada por Luis Barragán, que expusiera lo que para mí es un libro. En ese momento dije cosas aplicables perfectamente a la obra de Gabriel Canales que hoy se presenta, “Retazos de memoria. Jerga incompleta” (Canales Salas, 2015); “el libro es algo que seduce o enamora (…), es un juguete maravilloso que nos recuerda que el juego es algo de lo más importante y serio de la vida; es fuente de humor, la única que he podido identificar de las cinco cosas que hacen digna de vivirse esta vida.
Es tan versátil que, de manera sorprendente, como afirma Arturo Pérez-Reverte, el mismo libro no es nunca el mismo para distintos lectores” (Castillo Ramírez, 2016). Supongo que Patricia, la compañera de Teresa en la cárcel, en “La reina del sur”, también nos habría dicho en referencia al libro de Gabriel que “los libros son puertas que te llevan a la calle (…). Con ellos aprendes, te educas, viajas, sueñas, imaginas, vives otras vidas y multiplicas la tuya por mil. A ver quién da más por menos (…). Y también sirven para tener a raya muchas cosas malas: fantasmas, soledades y mierdas así” (Pérez-Reverte, 2002, pág. 206).
Retazos de memoria se ajusta a varias de las categorías que enlisté cuando expuse lo que era para mí un libro. Por ejemplo, “es una máquina del tiempo”, Gabriel juega el tiempo con singular entusiasmo y casi sin que el lector se dé cuenta: inicia con un recuerdo de algo en Suiza que le evoca otra cosa que sucedió años atrás. “Es un teletransportardor que lleva al lector a otros mundos, continentes, mares, montañas y valles, ríos y desiertos, ciudades y pueblos, al interior de muchos hogares y a los más secretos pensamientos” (Castillo Ramírez, 2016). Pero en aquel momento omití mencionar que los libros son la mano que nos tiende el autor invitándonos para acompañarlo por los caminos que ha descubierto. Y esto es lo principal en la obra de Canales.
Todo libro…, y este, a todo lo largo y lo ancho, es, también, “ocasión para conocer a otras personas. Es dolor y tiempo, dos componentes ineludibles e indispensables de la constitución humana” (Castillo Ramírez, 2016). En otras palabras, la obra es una puerta de acceso a la intimidad de Gabriel Canales, a eso “muy interior”, a la posibilidad de acompañarlo en un “regreso a sí mismo” que termina en provocación para que cada lector replique ese movimiento. Es que la intimidad es una forma de “trascendencia de sí mismo”, de “ligar la propia intimidad con otras”; la intimidad, y Gabriel nos lo hace evidente, “no es sólo, subjetividad, sino intersubjetividad”. “La intimidad es algo así como «entrega de sí» en virtud del carácter inagotable de lo íntimo” (Ferrater Mora & Mora, 1994, págs. 1892-3).
Este es pues un libro íntimo que acoge, en primer lugar, a los cercanos a Gabriel, y después, a todo mundo; porque, ¿no convoca siempre el ver cómo otros dieron consistencia a ese microuniverso de sus vidas relacionadas?
No aguanto las ganas de compartirles una de esas cosas que hay en el libro y que a mí me hicieron volverme a mi propia vida. En uno de sus viajes a Alemania, al segundo día de su llegada, caminando con su amiga Gudrun, Gabriel advirtió “huitlahacoches en algunas mazorcas de las milpas sembradas en los campos aledaños a la casa. Para luego es tarde. Ese mediodía –escribe– hice un Quarkstrudel-rollo de requesón con huitlacoche que nos supo bueno” (Canales Salas, 2015, pág. 58). Humilde el muchacho en la parquedad de su juicio; ¿quién puede negar que todo lo que se come invitado por Gabriel, es delicioso? Bueno, pues resulta que en una ocasión, en 1974, caminando por Florencia, mi esposa Cecilia y yo vimos un pequeño carrito con flores y descubrimos con sorpresa que en uno de los ramos había una ramita con chiles de colores amarillos y rojizos; por supuesto, no compramos las flores (sic contextual), ni preparamos un platillo tan sabroso como los que cocina Gabriel, por la sencilla razón de que no teníamos cocina para hacerlo, pero además, ¡el precio de esos chiles con hábito de flores era altísimo! A la distancia del tiempo y la diferencia de lugares, compartimos la experiencia de encontrar un pedacito de nuestro hogar, allá por las Europas. Es sólo un ejemplo de innumerables recuerdos de mi vida convocados por este amoroso Innocent Gabriel Smith Canales (Chesterton, 1912).
En el “Prólogo”, Karla Cárcamo Pérez escribe que estamos frente a “un libro que nos recuerda que aunque huyamos, allá a donde vayamos está la vida para ayudarnos a concluir como debemos: con nosotros mismos como protagonistas de nuestra historia” (Cárcamo Pérez, 2015, pág. 14). El puerto de embarque para la travesía de Gabriel por la vida es la casa de sus abuelos en el trance de desaparecer demolida: por máquinas, seres humanos y tiempo. Es un viaje que, desde el epígrafe de Heinrich von Kleist: “Mithin, dije un poco distraído, debemos comer de nuevo del árbol del conocimiento para recuperar el estado de inocencia. Por supuesto, contestó él” (Canales Salas, 2015, pág. 5), desde el inicio pues, despierta una muy significativa saudade: sed de hogar, “del que hay que alejarse para mejor añorarlo y desearlo” (Castillo Ramírez, 2016), evocación de tiempos y lugares, nostalgia de vida vivida siempre en forma inacabada, para seguir siendo vivida con pasión, amor y alegría; aunque se haya de pagar el precio con dolor, tristeza, duelos, desamor. Gabriel Canales es un ejemplo de lo que Chesterton hace decir a su personaje en Manalive, “dar la vuelta al mundo es el camino más corto para llegar adonde ya se está”; lo que acentúa con la pregunta, “¿nunca le han entrado ganas de salir corriendo de su propia casa para poder encontrarla?”; y concluyendo: “Pero, ¡qué demonios! Es ahí donde todos queremos estar: ¡de vuelta donde estábamos antes!”. Porque al final, “todos deseamos ser encontrados” (Chesterton, 1912, págs. 223-224-230).
La obra que nos convoca es también un maestro; con él, junto con él, aprendemos lo que de manera tan correcta dice Ernesto Sábato: “así se da la felicidad. En pedazos, por momentos”. Es que, “cuando uno es chico –continúa Sábato– espera la gran felicidad, alguna felicidad enorme y absoluta. Y a la espera de ese fenómeno se dejan pasar o no se aprecian las pequeñas felicidades, las únicas que existen” (Sábato, 1986, pág. 123)
Al final del recorrido Gabriel nos muestran que la memoria es siempre un producto colectivo que se expresa en cada persona de manera única e irrepetible pero cuya construcción es imposible sin los otros. Por eso es que no podía estar en desacuerdo “con el aforismo de Mariana Frenk-Westheim: «Recordar no es rumiar el pasado. Es un acto creativo; unir lo que fue con lo que es…»” (Canales Salas, 2015, pág. 17). ¿Resignificar, diría Freud? Es que la memoria es algo de lo constitutivo del ser humano. Más aún, es lo que nos hace tales. Pero también es lo que nos deshace, como bien lo apunta Denise Montiel, cuidadosa revisora, en las amorosas reflexiones que le dedica a Gabriel al inicio de la obra: “La memoria –que a estas alturas de la vida he aprendido que perjudica tanto cuando falta como cuando sobra–” (Montiel, 2015, pág. 18).
Paul Auster, en La trilogía de Nueva York, apunta que, “Toda vida es inexplicable. Por muchos hechos que se cuenten, por muchos datos que se muestren, lo esencial se resiste a ser contado” (Auster, 1985 y 1986). Es verdad pero, por otra parte, si es cierto que estamos hechos de relatos, Gabriel muestra en sus Retazos de memoria cómo esos relatos se entreveran unos días de una manera y otros de forma distinta de tal modo que a cada momento nos hacemos de nuevo y diferentes, pero iguales. ¡Qué maravilla que lo esencial se resista a ser contado, porque de esa manera permaneceremos para los otros como una provocadora invitación! Cada nueva presencia, las numerosas pérdidas, los amigos, esos sujetos que se convierten en dolores de cabeza, los que se cruzan efímeramente en el camino y los que caminan a nuestro lado por un largo trecho…, nos hacen evidente que la vida está siempre comenzando y, como no puede ser de otra manera, también terminando.
Si a Paul Auster le gustan las palabras de Peter Brook para definir la aspiración de su obra, bien se podrían proponer para la aspiración de la vida de cada uno de nosotros. En todo caso, creo que le vienen bien a Gabriel, como lo muestra en su libro; en él, pareciera que la finalidad de la obra que es su vida, posee a un tiempo “la intimidad de lo cotidiano y la distancia del mito, porque sin cercanía no es posible el sentimiento y sin distancia es imposible el asombro” (Auster, 1985 y 1986).
“A lo mejor ocurre que esto es la vida (…), y el paso de los años, y la vejez, cuando llega, no son sino mirar atrás y ver la mucha gente –[en la que te reconoces, y la gente]–extraña que has sido y en la que no te reconoces” (Pérez-Reverte, 2002, pág. 238).
¡Ah!, y no se te ocurra nunca invitarnos a un desayuno español para colaborar en la salvación de nuestras almas. Mil veces mejor, como dice Savater, uno mexicano.
[su_box title=”Bibliografía” box_color=”#10965b”]
Auster, P. (1985 y 1986). La trilogía de Nueva York (2015 ed.). (M. De Juan, Trad.) Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina: Libros del Zorro Rojo.
Canales Salas, G. (2015). Retazos de memoria (2015 ed.). Guadalajara, Jalisco, México: Edición de autor.
Cárcamo Pérez, K. (2015). Prólogo. En G. Canales Salas, Retazos de memoria. Jerga incompleta. Guadalajara, Jalisco, México: Edición de autor.
Castillo Ramírez, J. D. (11 de 05 de 2016). ¿Qué es un libro? Tlaquepaque, Jalisco, México.
Chesterton, G. K. (1912). Manalive (2006 ed.). (J. Giménez Samanes, Trad.) Madrid, Madrid, España: Vozdepapel.
Ferrater Mora, J., & Mora, C. F. (1994). Diccionario de filosofía (2001 ed., Vol. 2). Barcelona, Cataluña, España: Ariel.
Montiel, D. (2015). Carta I. En G. Canales Salas, Retazos de memoria. Jerga incompleta (2015 ed.). Guadalajara, Jalisco, México: Edición de autor.
Pérez-Reverte, A. (2002). La reina del sur (2002 ed.). México, D. F., México: Alfaguara.
Sábato, E. (1986). Sobre héroes y tumbas (2004 ed.). Caracas, Distrito Capital, Venezuela: Biblioteca Ayacucho.
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2 Comentarios
Luis Uribe
18 julio, 2016 at 1:44 pmExcelente reseña de la obra de Gabriel Canales. Yo también estoy disfrutando la lectura de sus Retazos de Memoria, y me congratulo de conocerlo y ser su amigo.
Juan Carlos Núñez Bustillos
18 julio, 2016 at 1:57 pmHola, Luis.
Muchas gracias por tu comentario.
En la sección de recetas podrás encontrar muchas delicias que nos ha compartido Gabriel. Son preparaciones muy sabrosas y originales.
Saludos cordiales.