No requieren sofisticación, se disfrutan también con el tacto y son una excelente opción en tiempos de coronavirus
Rubén Alonso
Son una delicia, un manjar que curiosamente es inigualable en solitario o en compañía. Llegas de una jornada de trabajo, tienes poco tiempo, pero sí esa hambre que te podría llevar a comer todo lo que encuentras en el refrigerador. Los elementos esenciales: esas tortillas que quedaron del mediodía y los frijoles refritos que guardaste…
“¿Quién quiere taquitos de frijol?”, sueltas el anuncio en casa. “Yo”, se oye fuera de la cocina; “yo”, dice otra voz, y así, invariablemente, todos se apuntan. ¿Cuántos? Los que alcancen con las tortillas y frijoles disponibles.
Sobre el comal, o bien un sartén, a calentar las tortillas de un lado, para luego, untarles del lado caliente frijolitos refritos. Doblas la tortilla para que el lado no caliente sea el de afuera y otra vez sobre el comal. ¿Qué tanto calentarlos? Lo mejor, sugiero, hasta que comience a dorarse la tortilla por ambos lados. Taquitos crujientes.
Y sobre la mesa, la salsa, de preferente hecha en casa: jitomates con unos chiles serranos cocidos en agua, y luego licuar con un diente de ajo, un poco de cebolla una pizca de sal. ¿Queso? De preferencia panela, si lo hay.
¿Lo has probado esto en una reunión? Recomendable. Ni que tapas con jamón serrano, queso de cabra, aceite de olivo, y otras cosas más. Taquitos de frijol, doraditos, es gourmet mexicano, familiar, económico en tiempos de coronavirus COVID-19.
El tacto en los tacos de frijol
Juan ha llegado a casa. Juanito, como lo llamaba Gilberto Valbuena Sánchez. El primero, sacerdote de La Paz, Baja California Sur, aunque oriundo de Tepatitlán, Jalisco; el segundo, fue obispo de esas tierras sudcalifornianas de 1976-1989. Sobre la mesa alta de la cocina, esa que congrega a la familia, amigas, amigos, que se emplea más que la del comedor, se sirve el desayuno con la compañía infantable: frijoles y tortillas.
Juanito toma una tortilla y la deja caer sobre los frijoles refritos, apretujándolos para agarrar (aunque no sea una garra) una porción de esas semillas surgida de una vaina, cocidas en agua a fuego lento, luego machacadas y fritas en manteca. Y si se acompañaban con chorizo al freírlos, mejor.
La tortilla hace una función integral: es cuchara (extensión de nuestra mano) y vehículo para el fruto de la vaina que más nos hace mexicanos.
Tomar frijoles con la totilla permite sentir los frijoles en la mano… Un placer donde está el tacto.
¿Lo has probado? ¡Hazlo! El taco de frijol refrito se siente y degusta con el sentido del tacto.
Taquitos de frijol para el paseo
Por ahora #QuédateEnCasa y revive lo que fue ordinario, pero ahora es, riesgoso: comer taquitos de frijol en un paseo, como lonche.
Eran los años ochenta, sus comienzos. Fin de semana, de paseo en grupo, adentrándonos en el bosque de la sierra de Tapalpa, Jalisco. Las religiosas que nos atendían con los alimentos preparaban los paquetes individualizados, en bolsas de papel estraza, con lo que comeríamos fuera: una surtida dotación de taquitos de papa y de frijol, acompañados de una naranja y un plátano.
El viaje, paseo, a pie, subiendo la montaña, recorriendo veredas donde ahora los jóvenes van en cuatrimotos en supuesta aventura. Nosotros no. A pie, observando todo a nuestro alrededor, platicando, haciendo pausas para descansar.
Al llegar el momento de la comida, armar y encender una fogata, con todas las precauciones posibles. Buscar una rama larga en donde ensartar un caco para calentarlo, aunque se humeara algo, y degustarlo con el hambre propia de la juventud. Taco por taco, los de papa con rajas y frijol. Una delicia cuando se tiene hambre.
Al regreso del paseo, llegar a la primer tienda del pueblo para comprar un refresco, de preferencia un Squirt, cuando no había en envases de “pet” ni mucho menos en botes de aluminio, sólo en botellas retornables de vidrio, pero con una cualidad que ya no tiene esa bebida: ¡podías ver residuos de toronja en la bebida!
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