“Por la puerta de doña Joaquina se cuela un aroma a jureles fritos con aceite usado. Un olor a pobreza lenta”
Nené Ortiz / Cádiz
A las ocho en punto, suena la persiana metálica de la tienda de ultramarinos y Sebastián va colocando en exposición, cerca de la entrada, los sacos abiertos de legumbres y la enorme rueda de madera con sus sardinas arenques doradas y brillantes.
Yo tengo un olfato de perro rastreador y si recorres conmigo la escalera de mi casa conocerás a mis vecinos como si vivieras con ellos. Por el olor se puede saber casi todo. Por ejemplo hay personas que huelen a muerto vivo, otras huelen a crudo (como los perros húmedos), otras huelen a ahogado y, las más, huelen a sudor indeciso y a cansancio. En las horas centrales del día mi escalera huele por puertas y personalidades, por pobreza, por arte, por destino.
En el principal, la criada de doña Gracita ha preparado la comida preferida de Vicentín: pollo en pepitoria y natillas. Sabemos el menú porque a Vicentín le gusta presumir que él no tiene que esperar al domingo para comer pollo. La gloria seguro que huele como el descansillo de doña Gracita.
Doña Joaquina fue abandonada por su marido a poco de casarse. Manolo era un maquinista de Renfe que se apeó en la estación de Irún para tomarse un tinto y no volvió a subir al tren porque se lió con la propietaria de la cantina, Merceditas Salmerón, una joven de pechos rotundos y cintura de avispa que le sorbió el poco seso que tenía. Por la puerta de doña Joaquina, en el primero derecha, se cuela un aroma a jureles fritos con aceite usado. Un olor a pobreza lenta y sin sobresaltos.
Don Jacinto, su vecino de descansillo y clarinetista de la orquesta Novedades, es muy higiénico con la comida y suele tomar a diario cardo y borraja, verduras que facilitan el tránsito. La casa de don Jacinto huele como las polonesas de Chopin: a tristeza. Mi vecina de descansillo, en el piso segundo, es doña Patrocinio. Doña Patro vive instalada en la queja como otros viven en Guadalajara o en Valladolid. Carmencita prepara a su señora los lunes miércoles y viernes, criadillas de toro de lidia a la romana y sopa de picadillo. Y los martes, jueves y sábados merluza a la vasca con almejas y espárragos. Doña Patrocinio se queja siempre de que todo le sienta mal y tal vez sea cierto porque hay personalidades que solo digieren lo podrido de la vida. Aunque, desde aquellos años yo haya estado de mi corazón a mis asuntos, el primero ha permanecido en la escalera, huérfano de palabras y expulsado de un paraíso en el que Eva desertó de manzanas. Y, en mis asuntos, las manos han trajinado salsas, cuajado postres, encandilado asados… pero el aroma no atravesó el zaguán y en mi antigua escalera sigue oliendo tercamente a ausencia.
Hoy, en mi casa, hay invitados a comer y he preparado menestra de cordero. Un plato concienzudo y laborioso que huele a fiesta y a flores de alcachofa… como la primavera y los abrazos tiernos de las madres.
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