Pan, frijoles, queso y salsa. Estos sencillos ingredientes se convierten en un banquete casero para recibir a la gente querida
Juan Carlos Núñez Bustillos
Los molletes son un claro ejemplo de que los platillos más sencillos pueden ser una delicia y de que invitar a mucha gente a compartir la mesa en la propia casa no tiene por qué ser complicado ni resultar oneroso. En estos tiempos en que se suele buscar lo exótico y sofisticado, volver a la cocina sencilla es una muestra de confianza y cariño.
Los molletes me traen siempre buenos recuerdos. Cuando era joven, hace ya tiempo, y llegaba mi cumpleaños, mi mamá me preguntaba:
- ¿Por qué no invitas a tus amigos a cenar?
- ¿Segura?, le respondía yo.
- ¡Claro! -me decía con su entrañable sonrisa- les preparo unos molletitos.
Mi pregunta no tenía su origen en el temor de que mis cuates provocaran algún desaguisado en la casa, todos son muy buenas personas. Mi preocupación era otra muy distinta.
Si bien mis invitados no eran multitud, sí eran los suficientes para vaciar las cazuelas en un momento. Éramos en aquellos entonces jóvenes cuyo desarrollo requería del suministro de grandes porciones de alimento. En otras palabras, éramos una bola de tragones.
Dado que se requerían grandes cantidades de comida, ésta no podía incluir ingredientes caros. Tampoco había tiempo para preparar platos elaborados, así que la solución eran los sencillos y deliciosos molletes de frijoles.
Pan bolillo cortado transversalmente en mitades, frijoles refritos, queso (casi siempre adobera) y salsa. No se requería más para ofrecer un gran banquete que los comensales disfrutaban enormemente. Eso sí. Se requería seguir el primer mandamiento del cocinero: utilizar los mejores ingredientes. Pan del día, frijoles en su punto, un buen queso y salsa hecha en casa.
Así de sencillos eran esos molletes y bastaban para que fuéramos felices. Una tras otra salían las charolas de horno y se vaciaban antes de que el queso de la siguiente horneada alcanzara a derretirse.
Los molletes de frijoles son también una excelente opción para los desayunos si quien cocinará no se quiere desmañanar demasiado para preparar los alimentos.
Conviene tener al menos un par de salsas para acompañar los molletes. Una mexicana que se elabora con cebolla, jitomate, cilantro y chile serrano. Todo crudo, picado, sazonado con un poco de sal. La otra puede ser de tomate; roja o verde. Deje una picante para quienes disfrutan enchilarse y otra “clasificación A” para quienes se privan del celestial ardor que afloja los mocos y alivia el alma.
Los frijoles refritos son los emblemáticos y más recomendables para los molletes, pero en alguna ocasión los he utilizado guisados o, incluso, de la olla, con excelentes resultados.
Si quiere añadir variedad y otros sabores puede agregar sobre los frijoles rajas de chile poblano, chorizo o champiñones.
También puede incluir algunos molletes dulces. Unte el bolillo con mantequilla sin sal, añada azúcar y canela en polvo y horneé por algunos minutos.
De cuando en cuando preparo molletes para mis invitados. Y siempre reciben elogios. A su sabor, pero en los comentarios noto algo más, una especie de reconocimiento a la hospitalidad que se expresa de la manera más sencilla: en un simple pan con un poco de frijoles.
Quién sabe que tiene este antojo que preparado en casa genera buen humor. Es quizá que los invitados perciben que los queremos tanto que podemos recibirlos con unos sencillos y deliciosos molletes, sin más pretensión que el gusto por el encuentro alrededor de la mesa.
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