La combinación de estos tres ingredientes produce un postre muy fresco y poco común
Juan Carlos Núñez Bustillos
Si encuentra en el mercado zapotes negros maduros no dude, cómprelos. Es un fruto originario de México que no es muy popular en esta región, a pesar de abundar en las zonas rurales. Su apariencia dista mucho de los jitomates perfectos cubiertos de aceite o de las manzanas enceradas. Es un fruto de apariencia algo “pachichi” y de aguada consistencia. Eso no es defecto, es la clave para saber que el fruto está en su punto.
Detrás de esa apariencia se encuentra la oscura pulpa que además es una fuente muy importante de vitamina C. La Universidad de Guadalajara está investigando las propiedades medicinales del zapote negro cuyo nombre científico es Diospyros nygra, pues en muchas regiones del país se utiliza popularmente con estos fines.
Hay que tener paciencia para encontrar el tesoro pues la cáscara, de color verde amarillento, es quebradiza y el contenido poco consistente hacen de la tarea de pelar el zapote un proceso en al que hay que dedicarle tiempo y paciencia para evitar que las cascarillas se vayan con la pulpa. Puede quitar las semillas si lo desea. Yo se las dejé. Son unos huesitos de aproximadamente dos centímetros.
Esa es la parte más difícil de esta receta que, por otro lado, es sumamente simple. Se pelan los zapotes, tres o cuatro. Se añade jugo de naranja dulce. La cantidad depende de la consistencia que se quiera lograr. Yo le puse aproximadamente ¾ de taza a tres zapotes. Lo mismo ocurre con el azúcar. Depende del dulzor que se quiera. Añádala al gusto y termine vaciándole un caballito de tequila. Refrigere un rato antes de servir.
Así de fácil es este postre con el zapote negro un tesoro bien disfrazado.
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