Los chícharos secos se rehidratan para ser la base de este plato que lleva también jitomate, cebolla y cilantro
Juan Carlos Núñez Bustillos
Conocí la palabra arveja cuando era niño. La leí en un libro editado en España. No era un recetario sino un cuento infantil lleno de palabras desconocidas para mí. No comprendí el significado de este término ni de su casi sinónimo: guisante. Luego me enteré de que ambos se refieren al chícharo: el guisante es fresco y la arveja es esta semilla, pero ya seca. Lo que nunca me imaginé es que muchos años después me sorprendería una ensalada de arvejones que resultó una delicia.
Probé la ensalada de arvejones hace poco en casa de unos queridos amigos que nos la ofrecieron en una comida. Yo solamente había probado los chícharos secos como botana, salados, pero nunca rehidratados. Ahí supe que se llaman arvejones y que son muy saludables.
La interesante y amena conversación se prolongó por caminos extra culinarios de manera que nos despedimos sin que conversáramos sobre la receta.
En una tienda de semillas pregunté por los arvejones. La amable joven los trajo en un momento y me dispuse a prepararlos sin receta. El resultado fue muy bueno.
Lavé los arvejones y los dejé remojando toda la noche. Al día siguiente los cocí, los dejé enfriar y los escurrí. Les agregué jitomate, cebolla y cilantro. Sal, un poquito de vinagre y aceite de oliva. Así de fácil.
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