Recetario

La alegre sopa de las verduras tristes

Los “pachichis” ingredientes con que preparé esta delicia jamás saldrían en un programa de TV, pero su sabor fue memorable

Juan Carlos Núñez Bustillos

Crema de verduras. Foto: JCN

Las deliciosas verduras con las que preparé esta sopa jamás hubieran salido en uno de los múltiples programas de televisión que están tan de moda ahora. En ellos los chefs gustan de presumir los “preciosos tomates” y las “espléndidas zanahorias” que utilizarán en sus preparaciones.

Al igual que a las bellas modelos que aparecen en las pantallas, las verduras se seleccionan en función de su apariencia y se les ayuda buscando su mejor ángulo o con alguna maquillada.

Las verduras que estaban en mi refrigerador eran muy diferentes. Eran como la mayor parte de nosotros, con nuestras bellezas y nuestras fealdades. Algo disparejas, con alguna mancha y más de alguna mallugada por los golpes de la vida. Ah, pero eso sí, con mucho sabor.

Champiñones que no salen en la tv. Foto: JCN

Estas verduras tenían además otra condición por la que jamás aparecerían en la mesa de un programa de televisión en los que la juventud es uno de los valores supremos. La lozanía de los ingredientes había quedado atrás hacía ya algunos días y más de una estaba incluso un poco “pachichi”. Pero gozaban de cabal salud sin hongos ni podredumbres.

Debo decir que es una de las mejores cremas de verduras que he elaborado. Quizá también como en la vida humana suelen aportar más sabor quienes más han vivido, gozado y sufrido.

En una cazuela puse un diente de ajo y media cebolla troceada a acitronar. Añadí después cuatro champiñones, una calabacita, un trocito de apio y aproximadamente una taza de espinacas. Todo a punto de fenecer. Cuando revivieron un poco al calor del fuego los pasé a la licuadora a la que añadí una taza de caldo de res. Agregué sal, pimienta y un poco de sazonador en polvo. Molí muy bien todo y lo regresé a la cazuela en la que vertí una taza de leche. Esperé a que hirviera, bajé el fuego y lo dejé cinco minutos más. Serví con una buena cucharada de crema y unos cuadritos de queso adobera. ¡Delicioso!

Lo que parecían unas tristes verduras a punto de ir a dar a la basura o en el mejor de los casos, a la composta, se convirtieron en una sabrosísima y alegre sopa.

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