El monero Alejandro nos cuenta cómo aprendió a cocinar frijoles y comparte los recuerdos de infancia que le traen estos taquitos
Alejandro Ochoa Villaseñor
Justo, justo el día en que me invitaron a participar en este proyecto tan simpático, desayuné tres tacos de frijoles, una gran coincidencia, pues hacía años que no lo hacía. Pero quiero comenzar desde el principio. Hace unos días fui a comprar la despensa y claramente vi a la bolsa de frijoles que me hacía señas de que me la llevara porque de hacerlo, tendría un delicioso desayuno. Y así lo hice pues me vi cocinándolos yo mismo, cosa que jamás hago.
Ese mismo día en la noche los puse a remojar para cocinarlos al día siguiente pues quería aprovechar que estaría haciendo el trabajo en casa. Le pedí a mi esposa las instrucciones básicas para cocinarlos y me preparé para al día siguiente dedicarle un par de horas a mi experimento.
No voy a decir la receta porque seguramente tienen una mejor, la verdad no creo que sean los mejores del mundo, pero he de confesar que me divertí desde el primer momento en que puse a cocerlos. Esa tarde comí un rico plato de frijoles con el caldito, jitomate, cebolla, queso, chile verde y lo acompañé con unas deliciosas quesadillas con salsa de tomate.
En la noche planeamos comer al día siguiente tostadas, para lo cual se requería que guisara los frijoles, actividad que en mi vida había realizado, así que solicité a Maricarmen las instrucciones para hacerlo yo mismo mientras ella se iba a trabajar. Me levanté temprano a realizar mi experimento, seguí las instrucciones que me dio mi “esposita” y en menos de lo que me imaginé los frijoles estaban ya refritos. Debo confesar que no son los mejores frijoles que haya probado en mi vida pero, para ser la primera vez, quedaron buenísimos.
Y ahora sí, les platico que me sentí como el día de mi graduación, en serio, como si me hubiera graduado de la Escuela Internacional de la Comida Gourmet. Calenté tres tortillas en el comal, a “fuego manso” como decía mi nana, y me preparé mis ricos tacos de frijoles recién hechos, acompañados de una deliciosa salsa roja. Los disfruté como no tienen idea.
Me los comí parado porque así lo hacía de chico en casa de mi mamá, pues siempre había frijoles en la estufa hechos o por mi nana Toña o por Amparo, así que el truco era llegar a la hora que ellas desayunaban, robarles una o dos tortillas del comal, hacerme mis taquitos y acompañarlas parado junto a ellas en lo que desayunaban sentadas a la mesa. Los disfruté muchísimo, me llegaron grandes recuerdos y lo mejor de todo es que mi querido amigo Juan Carlos me haya invitado justo ese día para platicarles mi experiencia de comer mis ricos tacos de frijoles.
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