Tres ingredientes y dos minutos bastan preparar esta versátil delicia que, pese a su denigrante nombre, es de gran nobleza
Juan Carlos Núñez Bustillos
Quien bautizó a esta rica salsa con este degradante nombre hizo trampa, pues no es a la preparación a la que corresponde este perezoso atributo sino, en todo caso, a quien la elabora. Lo que sí es una cualidad de ella, es la facilidad para elaborarla, la versatilidad en su uso y el sabor con que acentúa los más diversos platillos.
Muy lejos de los pretenciosos moles, esta es una humilde salsa, tanto por sus componentes como por el simple procedimiento para prepararla. Pero en su sencillez está su riqueza y la facilidad para elaborarla con ingredientes que solemos tener siempre en casa la convierte en un delicioso salvavidas que da sabor a una gran diversidad de platos como carne asada, frijoles, quesadillas, huevos y tacos entre muchos otros.
Una de las mejores maneras de disfrutar esta salsa es sobre una tortilla de maíz dorada. Sin nada más.
Para elaborarla ponga dos o tres jitomates en la licuadora, añada un trocito de cebolla, uno o dos chiles serranos crudos, un puñito de sal de grano y muy poca agua, solamente para que se pueda moler. Esta es una salsa espesa y no aguada. Encienda y apague la licuadora después de un par de segundos. Repita esta operación unas cuatro o cinco veces. Se trata de que la salsa no quede bien molida sino solamente martajada. Es todo.
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