“Mi proposición es celebrar el domingo que inaugura el tiempo pascual, una o dos semanas después, ya que la familia esté descansada… El hecho simbólico es que debe haber carne”
Rafael del Barco
Todas las cuaresmas me doy unas hartadas deliciosas con los platillos conmemorativos de la temporada que como en varios restaurantes, pero me frustro terriblemente cuando el domingo de Resurrección, no encuentro en los comederos la comida que ayude a celebrar el domingo que los católicos de todo el mundo consideran la más grande de todas las fiestas.
A esa celebración una gran proporción de mexicanos no se suma porque están regresando de vacaciones, ardidos, cansados, con el dinero justo para las casetas y la gasolina y sin el menor humor para pensar en un banquete pascual.
En eso -como en muchas otras cosas- somos la excepción que se entiende por aquello que la Semana Santa es aprovechada para dar vacaciones a todos sean o no católicos y el domingo es el día de regreso, no el jubiloso término de la austera y rígida Cuaresma. (La Cuaresma ha perdido mucho de su formulismo y estrechez, pero afortunadamente las tradiciones culinarias se mantienen).
Otra cosa que está en contra de una gran comida de Domingo de Resurrección es el poco interés que tiene el mexicano por el cordero que es la carne de elección no solamente por su simbolismo de Cordero Pascual (que ya utilizaban los judíos cientos de años antes de que naciera Jesús), sino que al comienzo de la primavera nacen los primeros corderos que alcanzan en unas cuantas semanas la sazón correcta para sacrificarlos y hacer una confección típica de la temporada para los devotos y antojadizos cristianos (o de cualquiera otra religión o sin ella que aquí lo realmente importante es lo antojado).
Los mexicanos consumimos chivo, que es la cabra cuando está chiquita y borrego, que es el cordero cuando está grandote. El primero principalmente al pastor y el segundo en barbacoa (hecha en pozo, con los trozos de carne envueltos en pencas de maguey y recogiendo el jugo, con el que se hace un rico consomé), aunque también se come al pastor, sobre todo en la región serrana de Jalisco.
Mi proposición es celebrar el domingo que inaugura el tiempo pascual, una o dos semanas después, ya que la familia entera esté descansada y las finanzas familiares estén un poco mejoradas. Si logramos vencer nuestro asco general al cordero lechal, bueno; si no, hacemos ternera. Si también le hacemos ascos a esta maravillosa carne, está la no menos maravillosa pierna de puerco o ya de perdida un filete de res, tan insípido como suave. El hecho simbólico es que debe haber carne porque teóricamente nos pasamos muchos de los días anteriores sin ella y porque en toda celebración que se respete debe figurar en forma prominente la carne.
Para acompañarla, la temporada primaveral está llena de frutas y verduras tiernas y sazonas, con las que se pueden preparar soberbias ensalada y postres magníficos. Sólo use su imaginación y su experiencia. Provecho.
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