Aunque la manera más tradicional de comer este fruto es en preparaciones dulces, esta sopa es una excelente opción
Juan Carlos Núñez Bustillos
Otoño es tiempo de calabazas. Después “las aguas”, en las milpas quedan los enormes frutos anaranjados que se conservan durante meses contenidos en su durísima cáscara. La calabaza en tacha y la calabaza cristalizada son dos de las formas más tradicionales de disfrutarla durante todo el año.
El Halloween y el Día de Acción de gracias, costumbres de Estados Unidos que se celebran cada vez más en México, han popularizado también el consumo este vegetal originario de Mesoamérica y cuyo nombre científico es Cucurbita argyrosperma.
Hace un par de semanas, una querida amiga me compartió una receta de crema de calabaza que se vio en un sitio de internet. En esos mismos días fui al supermercado y me encontré la mitad de una que se veía muy fresca.
Esta feliz coincidencia nos llevó a experimentar con la receta que adaptamos en casa para hacerla de manera más fácil. Así la preparamos y la crema quedó deliciosa.
La receta
Poner en una olla con poca agua trozos de calabaza sin cáscara, tripas ni semilla. Calcular que la pulpa ya cocida sea equivalente a aproximadamente dos tazas y media. Añadir dos jitomates saladet, tres dientes de ajo pelados, media cebolla, albahaca, tomillo y romero (de preferencia frescos) y un poco de orégano seco.
Cocer a fuego muy bajo hasta que la pulpa de la calabaza esté muy suave. Molerla junto con el resto de los ingredientes, añadir sal y leche evaporada hasta alcanzar la consistencia deseada. A nosotros nos gustó espesa. Agregar un poco más de agua si hiciera falta, rectificar la sal y dejar hervir a fuego bajo.
Al momento de servir se puede añadir un poco de crema y crotones.
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