Estos deliciosos chocolates nada tienen que ver con las ventosidades de las religiosas, sino con un antojo de origen catalán
Sergio René de Dios
¿Ha percibido pedos de monja? ¿Los ha saboreado? ¿Considera que le podrían gustar? Garantizamos que serán de sus preferidos. Podrá tomar uno entre sus manos, advertir su dulce aroma y engullirlo con placer.
Los pedos de monja “más vale que estén adentro que afuera”. Eso dice la envoltura de estos ricos chocolates con leche llamados así y elaborados por El Palacio del Chocolate en Santiago de Querétaro. Se trata de un producto artesanal mexicano hecho a mano.
Wikipedia escribe que los pets de monja, traducido al español como pedos de monja, son galletas típicas de Cataluña. Advierte que no deben confundirse, aunque se asemejan mucho, con las paciencias de Almazán ni con las tetillas de monja.
También aclara, afortunadamente, que el nombre de este postre no tiene nada que ver con las ventosidades (de una monja, por supuesto). Dice que su inventor fue un pastelero italiano de Barcelona que las llamó petto di monaca, en referencia a su forma de pecho (pecho de monja), y que derivó en pets de monja.
Claro que la derivación culminó en un divertido nombre que recuerda a la expulsión de gases intestinales pero que, afortunadamente, no es nada de eso. Cada pedo de monja es una pieza redonda, café, que puede disfrutarse en unas tres mordidas.
Con una brizna de alcohol, pues cada pieza tiene 0.01 por ciento del mismo, apenas se abre la bolsa herméticamente cerrada se desprende ese ligero aroma.
Si va a Querétaro, estado de conventos, busque los aromáticos pedos de religiosa.
Coincidimos con la empresa que los produce: los pedos de monja son “una divinidad terrenal para compartirse y divertirse con clase”.
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