Con este texto terminamos la serie sobre este popular alimento que es “saludo, bienvenida, nostalgia de madre, flor de coamil”
Juan Carlos Núñez Bustillos
El taquito de frijoles es saludo y bienvenida
que se ofrece con sencilla reverencia
y se recibe con discreta algarabía.
Es nostalgia de madre
añoranza de abuelas y tías
de las mujeres que torteaban
con hábiles manos y sonrisa plena.
Sacramento de la hospitalidad
el taquito de frijoles
es metáfora de alimento compartido
al lado del comal
en la cocina, en casi todas las cocinas,
alrededor de una fogata en el campo
o en la construcción donde una vieja lámina
es el sitio de la comunión.
Es itacate,
desayuno, comida y cena,
es antojo y entremés
plato fuerte, acompañamiento
banquete o sobrevivencia.
Es la actualización cotidiana
del milagro de la multiplicación de los panes
pues nunca falta un taquito de frijol para ofrecer.
Siempre el mismo y siempre distinto
porque cada mano tiene su magia y su sazón inigualables.
Lejano a las pretensiones gourmet
y a las sofisticaciones culinarias
el taquito de frijoles es humilde
y es en la virtud de su sencillez
donde se encuentra plena su grandeza.
El taquito de frijoles es síntesis de la milpa
flor de coamil
maíz, frijol, jitomate, chile
sol, agua y tierra
grandeza de las manos recias que cultivan
y suave sabor de las manos cariñosas
que ponen a fuego lento el nixtamal
para revelar el alma del maíz
que luego amasan y tortean
sin dejar de admirarse
cada vez que se infla la tortilla
con el espíritu del calor y la generosidad.
El taquito de frijol
es sabor que somos
que fuimos, que seremos.
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