Mango, ciruelas rojas, fresas y naranja agria. Con estos cuatro ingredientes preparamos una refrescante y vitamínica bebida
Juan Carlos Núñez Bustillos
Alguna vez alguien pregunto si no es un pleonasmo llamarle “aguas frescas” a los preparados de frutas. ¿Qué no toda el agua es fresca? Parece una obviedad, pero no. Bebemos también aguas calientes, aunque nunca les llamamos así. El café, el té, las infusiones o el chocolate disuelto en agua entran en esta categoría. Bien podríamos decirles aguas calientes de café, de manzanilla, de yerbabuena…
En Centroamérica le llaman “fresco” a lo que nosotros denominamos como “aguas frescas”. En algunos otros lugares les dicen “refresco”. En todo caso se trata de agua natural, casi siempre fría o al menos a temperatura ambiente, saborizada con frutas de la temporada y endulzada con azúcar. En nuestro medio son tan populares que hay establecimientos especializados en ofrecer estas bebidas.
Las más comunes han adquirido ya sus nombres propios “limonada” y “naranjada”, pero no decimos “mangada”, “melonada”, “tamarindada” a las aguas preparadas con las otras frutas. Las dos primeras se suelen preparar también con agua mineral y/o gaseosa, que se endulzan también con azúcar o incluso jarabes.
Hay tantas como frutas se tengan a mano y combinaciones se le ocurran a quien las preparara. Se pueden añadir también hierbas como en esta de piña, hierbabuena y menta, o raíces como el jengibre.
Esta que les presento la hice con cuatro fresas, dos ciruelas rojas, un mango y el jugo de una naranja agria, estas que tanto abundan y tanto se desperdician en Guadalajara. El resultado fue delicioso, refrescante y acidito. La dejé bastante espesa. No añadí azúcar, pues el mango estaba bien maduro.
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