Esta entrada se puede preparar a partir de un plan, pero puede ser también una manera de aprovechar verduras que ya nadie quiere
Juan Carlos Núñez Bustillos
Esta sopa tiene tantas versiones como verduras tenga en su cocina. Eso sí, deben ser verdes: brócoli, apio, calabacitas, acelgas, espinacas…
Su preparación puede ser bien planeada en función de su gusto y preferencia por algún tipo de verduras, pero puede ser también un poco azarosa cuando se elabora con los que se tiene a mano. De hecho, esta es una de las formas para aprovechar alguna calabacita solitaria y ya media pachichi que quede en el fondo del refrigerador, una varita de apio entristecida y algunos “arbolitos” de brócoli a punto de fenecer. Con eso cociné la última que preparé y quedó buenísima. Los ingredientes entristecidos por el paso del tiempo pueden revivir esplendorosamente de esta manera.
La receta es muy fácil. Lave bien las verduras. Si hubiera alguna parte muy mallugada, quítela, pero aproveche lo que esté bien. Póngalas a cocer con poca agua. Cuide que no queden muy aguadas.
Mientras, sofría en una cacerola un poco de cebolla cortada toscamente. Si le gusta el ajo, añada un poco.
Deje que se enfríen las verduras (para que no “exploten” al licuarlas), añada el ajo y la cebolla, pimienta molida y sal o caldo en polvo. Muela en la licuadora. Regrese la mezcla a la cacerola. Si tiene algún caldo añádalo al gusto. Si no, ponga agua al gusto. Deje hervir. Rectifique la sal.
Verá cómo esas tristes verduras que ya nadie quería se transforman en una deliciosa sopa. Quienes las despreciaban, luego de esta milagrosa transfiguración hecha con fuego querrán más.
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