Primer plato

Las doraditas artesanales

Mientras conversábamos, mi abuela dejaba tortillas en el comal a fuego lento para su metamorfosis: cambiaban de forma y color

 Beatriz Rosette Ramírez

Cuando era niña las charlas en la cocina de mi abuela se extendían por muchas horas. Siempre sazonadas con muchísima sabiduría, como las mujeres de antaño. Aunque la conversación estuviera amena, el trajín en el fogón no cesaba. Era como si la acompañara en su recinto. En esos momentos de encuentros familiares, de enseñanzas y recuentos, ella seguía preparando el alimento para los suyos. Intencionalmente dejaba tortillas en el comal a fuego lento.

Entre la conversación yo veía cómo las tortillas se transformaban. Aquellos círculos de maíz planos se endurecían y tomaban otras formas, como si le levantaran sus bordes. Su metamorfosis era tal, que su color cambiaba y se tornaba entre dorado y café.

Tortillas doradas. Foto: JCN

Pacientemente ella las cambiaba de posición las procurándoles calor, el acompañamiento del fuego para su mutación. Recuerdo aquella tarde en su departamento en la legendaria Ciudad de México, a finales de la década de los años sesenta. Hacía mucho frío y decidió que no saldríamos a pasear, para conversar. En lo que el diálogo se prolongaba distribuía las tortillas a lo largo del viejo comal rectangular. Cubría las tortillas que estaban listas con su servilleta blanca que ella misma había bordado en punto de cruz.

Llegó el momento en que parecía que el tiempo se había detenido. Cuando volteamos a la ventana de su cocina y ya era de noche. Entonces tomó uno de sus pocillos favoritos y le puso agua, dejó caer unas rajas de canela, así como algunas estrellas de anís. Colocó la olla blanca en un quemador a fuego alto. En unos minutos la cocina se inundó de un suave aroma de anís.

Doradita con frijoles. Foto: JCN.

El imponente reloj de péndulo marcaba las ocho de la noche, llegaban mis tías de trabajar. La abuela ya tenía la cena lista. A aquellas tortillas que se dedicó a cuidar mientras charlábamos, sólo les agregó frijoles y queso. Las acompañó con su aromático te de anís.

La enseñanza oral, más lo que vi que ella hacía, lo llevo en mi corazón. No sé cómo se llame ahora esta manera de preparar tostadas, yo le llamo doraditas artesanales, que disfrutamos en muchas ocasiones.

 

 

 

 

 

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